Fue en ese cuarto de hospital, con el corazón partido de pena, no le prometí a Nieves que iba a ser madre, padre y abuela de su niño, mucho mejor más de la que fui para ella, el mejor padre, admirado y recto que ella no tuvo y la mejor abuela del mundo; que iba a vivir los años que ella no alcanzó a vivir para que Camilo nunca fuera huérfano, y que le iba a dar tanto y tanto amor que a él le iba a sobrar para regalar a otros. Eso y mucho más le dije entre sollozos, tropezando con las palabras, una promesa tras otra, para que se fuese en paz.