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Mónica Rubio (Traductor)
ISBN : B08CCH6GJ9
432 páginas
Editorial: Roca Editorial (08/10/2020)

Calificación promedio : 4.24/5 (sobre 25 calificaciones)
Resumen:
Un exhaustivo y contundente trabajo de investigación histórica, sobre la misoginia que ha alimentado el mito de Jack el Destripador.

Polly, Annie, Elizabeth, Catherine y Mary-Jane son famosas por lo mismo, aunque nunca se conocieron entre ellas. Ellas eran de Fleet Street, Knightsbridge, Wolverhampton, Suecia y Gales. Compusieron baladas, regentearon cafeterías, vivieron en fincas, respiraron el polvo de la tinta de las imprentas y escaparon de trafic... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (16) Ver más Añadir una crítica
nibiaypuki
 15 December 2022
Lo primero a aclarar, luego de leer la publicación en español del libro: "Las Cinco Mujeres", subtitulado "Las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador" de Hallie Rubenhold, es dejar sentado mi parecer de que se trata de una valiosa tarea de investigación, de un trabajo arduo y concienzudo de recopilación de datos históricos sobre las existencias de las víctimas del "Otoño de Terror de 1888" acaecido en el distrito de Whitechapel, al este de Londres.
Además, la autora escribe con fuidez y sabe tornar entretenida la lectura.
Puntualizado lo anterior, fundaré mi discrepancia con lo más crucial de su planteo, o sea, con su afirmación de que salvo Mary Jane Kelly las restantes presas humanas no ejercían la prostitución (extremo que, claro está, no implica ninguna tacha moral hacia pobres féminas que sobrevivían como podían), y que su ejecutor las ultimó mientras se encontraban dormidas (lo cual apoyaría que no estaban practicando el meretricio al momento de sus brutales óbitos).
Si víctimas de Jack the Ripper, como sucedió en el caso de Catherine Eddowes y de Elizabeth Stride, verdaderamente hubiesen sido eliminadas cuando yacían acostadas durmiendo, habría que descartar testimonios que parecerían irrefutables, pues quedó constancia de ellos en las encuestas judiciales y en artículos periodísticos que dieron cuenta de haberse observado a estas mujeres, mientras estaban -obviamente- despiertas, dialogando con diversas personas, o siendo agredidas, instantes previos a ocurrir sus decesos. Por ejemplo, Catherine Eddowes fue contemplada por tres testigos (Joseph Lawende, Isaac Levy y John Hiron) en las cercanías de la plaza Mitre hablando con un desconocido, escasos minutos antes de ser hallado su lacerado cadáver por el agente Edward Watkins.
Lo mismo se podría decir de Elizabeth Stride, a quien el testigo Israel Schwartz reconoció cuando era objeto de golpes y empujones por un individuo, y mientras un cómplice secundaba al ofensor, en el pasaje de la calle Berner donde instantes más tarde se descubriría su cuerpo degollado. Además, en sus horas postreras, "Long Liz" Stride fue vista paseando con varios hombres, con diferencia de breves intervalos entre un acompañante y otro, según declararon en su encuesta judicial varios testigos, entre ellos un agente policial de apellido Smith.
Fue notorio que sus compañías masculinas eran clientes con quienes consumó fugaces encuentros sexuales mal pagados, en recovecos como el de Duttier Yard, conocidos por ser sitios de prácticas prostibularias, y en donde unos viandantes la avistaron encaminarse en compañía de un burdo sujeto. Momentos después de ello, previo a ser asesinada a la una de la mañana del 30 de septiembre de 1888, un testigo de apellido Marshall la oyó reirse junto a un hombre de fisonomía distinta al anterior quien, como parte de un chiste, le dijo: "Dirás cualquier cosa menos tus oraciones".
Minutos más tarde Elizabeth ya no reía, sino que estaba asustada porque un gandul la zamarreaba con violencia en el pasadizo donde descubrirían su cadáver.
Considerando estos datos firmemente acreditados, deviene patente que Liz Stride no se hallaba dormida al momento de ser asesinada, sino que, ciertamente, estuvo ejerciendo la prostitución durante la noche de su óbito.
Vale significar, en cuanto atañe a las asesinadas en la "Noche del doble acontecimiento" del 30 de septiembre de 1888, resultó indudable que ambas estuvieron sumamente activas cuando sufrieron sus acometimientos letales.
A su vez, respecto de Annie Chapman quedó nota de las salpicaduras de sangre impresas en el portón frente al cual fue atacada mortalmente en la madrugada del 8 de septiembre de 1888. Estas manchas sanguinolentas estaban visibles a un metro y medio o dos de altura en ese portón, de acuerdo consta en los reportes policiales. Tal dato sería incomprensible si la occisa hubiese sido mutilada mientras dormía recostada sobre el piso. El tajo en el cuello forzosamente se asestó estando de pie la agredida.
Chapman también fue avistada minutos antes de la hora cuando, según su autopsia, se estimó su deceso. La testigo Elizabeth Long la vio dialogando con un posible cliente y negociando el pago de sus servicios. Aparte de esto, el lugar donde fue eliminada (un oscuro patio de la calle Hanbury) era notorio por ser un escondrijo al cual las busconas conducían a sus clientes para mantener allí sexo rápido.
Debido a ello pocas dudas podrían caber de que la desventurada Annie falleció tras ser acuchillada por un rufián del cual creyó que se trataba de un cliente más, y de cuyas pérfidas intenciones recién se llegaría a enterar en sus últimos fatídicos instantes.
Dado que la historiadora solo admite que Mary Jane Kelly practicaba el meretricio, el apretado recuento hecho líneas atrás sobre los postreros momentos registrados de Annie Chapman, Elizabeth Stride y Catherine Eddowes únicamente dejaría incólume la posibilidad de que Mary Ann "Polly" Nichols no fuera prostituta, y pudiese haber sido finiquitada mientras descansaba a la intemperie en la madrugada del 31 de agosto de 1888.
Pero que Polly, forzada por la necesidad extrema, contaba entre sus hábitos para lograr dinero el de vender sus servicios carnales fue ratificado por numerosos testimonios.
Tal vez el más notable de estos lo proporcionó Emily "Ellen" Holland, veterana ramera con la cual compartió una cama doble en un maltrecho hospedaje, y que intercambió unas palabras con ella una hora antes de su deceso.
Nichols le confesó a su amiga que aquella madruga en tres ocasiones había conseguido la suma precisa para abonar el lecho en el hostal -cuatro peniques-, pero que había gastado aquel importe en bebida, y que haría un último intento para evitar dormir al raso.
En fin, parecería obvio que el dinero obtenido en esas horas nocturnas -y luego trocado por alcohol-, al cual Polly hizo alusión, no podía sino ser fruto de relaciones sexuales mal remuneradas.
Y en cuanto atañe a autopsias, tampoco en este punto se sostiene la aseveración de Hallie Rubenhold, pues en ninguna de ellas, ni en sus informes anexos, se guardó constancia de que las difuntas estuviesen dormidas o recostadas cuando fueron ejecutadas.
La única excepción consistió en la necropsia de Mary Jane Kelly, en cuyo reporte el médico forense Thomas Bond hizo constar que se detectó copiosa saturación de sangre anegando el sector del colchón donde yacía su destrozado cadáver.
Pero incluso esa pericia enfatizó que: "...Debido a la extensa mutilación, es imposible determinar desde qué dirección se hizo la incisión mortal..." , de lo cual se infiere que no necesariamente el ataque letal se concretó estando la fémina tumbada.
de lo que no cabría vacilar es que esta víctima no estaba dormida sino que dejó pasar voluntariamente, o llevó junto a ella, al tenebroso cliente que terminó siendo su atroz verdugo. Es poco concebible que el criminal forzara la puerta de la habitación número 13 de Miller's Courts, o que ingresara de manera clandestina sorprendiendo inerme a la joven.
Uno de los argumentos de la tesis de esta autora estriba en que la ausencia de signos de lucha que reflejan las autopsias respaldía que no se percibieron tales rastros porque las occisas devinieron ultimadas mientras dormían.
Sin embargo, dicha afirmación es rebatible.
de hecho, pese a la falta de prueba de haber mediado resistencia, del tenor de las autopsias y de los reportes judiciales emergen indicios sólidos de que el asesino estrangulaba a sus víctimas para hacerles perder la conciencia, y después rebanarles el cuello.
En su alegato de conclusiones sobre el homicidio de Annie Chapman el juez de instrucción Edwind Baxter contradijo la versión de la escritora, al señalar:
"....Según las pruebas que proporcionó el estado del patio y las que descubrió la autopsia, diríase que después de que los dos (Annie y su asesino) atravesaran el pasillo y abrieran la puerta al final de éste, bajaron tres peldaños que llevaban al patio. El malvado debió entonces agarrar a la difunta, tal vez con una maniobra de diversión a lo Judas. La agrarró por la barbilla. le apretó el cuello y, mientras evitaba así el menor grito, producía al mismo tiempo insensibilidad y ahogo...".
Otro aspecto donde Hallie Rubenhold hace aguas radica en su destemplada contestación ante las críticas que recibió de la comunidad de "ripperólogos" (estudiosos y/o expertos en el caso de Jack el Destripador) la cual achacó a su libro haber incurrido en falta de rigor histórico, por motivos similares a los que se vienen desarrollando en este artículo. Con relación a sus detractores, ante la pregunta de: ¿Por qué hubo gente que se enojó y refutó su declaración de que no todas las asesinadas eran prostitutas?, manifestó:
"...Son personas que se llaman a sí mismas “ripperologits”, no son historiadores ni investigadores capacitados. Más bien, amateurs con interés en el caso y han pasado años investigando: décadas de sus vidas invertidas en aprender todo lo que puedan sobre los hechos y, la mayoría de veces, quieren resolver el misterio. Tienen mucho ego invertido y todos luchan entre sí, tienen diferentes teorías, aunque sí están de acuerdo en que estas mujeres eran prostitutas. Se creen expertos y llega alguien, una mujer, que les dice que están mal, ¡pues se vuelven locos… un ataque a su identidad, a su masculinidad, a todo…!..." .
Sin embargo, esta respuesta de la ensayista, además de ser irrespetuosa resulta infundada, esencialmente por dos razones:
1) Es falso que no haya mujeres a quienes se considere ripperólogas, pues sin duda cabe calificar así a varias escritoras británicas.
Por citar un par de ejemplos, una connotada experta en el caso de Jack the Ripper es Shirley Harrison, autora del extenso comentario al "Diario de Jack el Destripador" (5) y de "Jack el Destripador. La conexión americana" , y otra reconocida ripperóloga actual es Debra Ariff, coautora de "The new Jack the Ripper AZ", edición del año 2021.
2) Deviene erróneo generalizar que los ripperólogos son aficionados sin preparación y que entre ellos no hay historiadores serios.
Tal aserto es un gratuito insulto para el prestigio, por solo mencionar unos ejemplos, de los especialistas Paul Begg, Stewart Evans y Donald Rumbelow, entre muchos otros.
Ello por no hablar de un experto citado en este artículo, el difunto erudito inglés Colin Wilson, coautor de "Jack el Destripador, recapitulación y veredicto", cuyo prestigio puede apreciarse leyendo su biografía en wikipedia: "Colin Henry Wilson (Leicester, 26 de junio 1931 - Cornualles 5 de diciembre de 2013)​ fue un filósofo y escritor británico. Los principales temas de su obra son la criminalidad y el misticismo".
Más curiosa resulta aún la ácida crítica de la escritora contra los riperòlogos si se tiene en cuenta que en su libro cita reiteradamente al connotado ripperólogo Neal Stubbings Shelden, autor de la obra "Victims" dedicada a las tradicionales presas humanas cobradas por el Ripper, e incluso le expresa su gratitud indicando: "Estoy en deuda con Neal y Jenni Shelden por esta información".





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Gabo11
 15 December 2022
En el año 2019 fue publicado el libro que ha gozado de mayor resonancia mediática en los últimos tiempos sobre el caso del asesino serial victoriano Jack el Destripador.
Nos referimos al ensayo elaborado por la historiadora británica Hallie Rubenhold, cuyo título en habla hispana es: "Las cinco mujeres", y que tiene por subtítulo: "Las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador" (versión en castellano a cargo de Roca editorial, 1ª edición, octubre 2020, traducción de Mónica Rubio, impresa en los talleres gráficos Rodesa Estella, Navarra, España.
Pasaremos aquí a comentar lo que, en nuestra modesta opinión, representa el aspecto más digno de valorar en esta obra: la ardua y meticulosa labor que Hallie Rubenhold llevó a cabo, esculcando sobre todo en las vidas (más que en las muertes) de aquellas infortunadas; en la rica y novedosa información que sus pesquisas nos proporciona, y que vuelve tan atractiva y cautivante la lectura de este texto. La obra contiene mucha información inédita.Por ejemplo, respecto de la vida de Mary Ann Nichols, primera víctima canónica de Jack el Destripador, la historiadora aporta datos poco sabidos.
Entre ellos, nos enteramos que en su juventud disfrutó de un buen pasar, y que en su época de casada con el maquinista impresor William Nichols residió, con este y sus hijos menores, en un cómodo apartamento de los edificios "Peabody" (construidos por el magnate y filàntropo George Peabody) sito en Stamford Street, Lambeth, desde el año 1876 hasta la fecha de su última discusión marital.
Los motivos de las fricciones en el matrimonio Nichols eran variados, pero se especula que el detonante de la crisis conyugal radicó, por parte del hombre, en su molestia porque su esposa había comenzado a darse a la bebida y desatender sus quehaceres domésticos, y por el lado de Mary Ann, en que su cónyuge se lió en una relación clandestina con Rosetta Walls, obstetra que la asistiera en su último parto.
Las peleas fueron en aumento hasta que el 29 de marzo de 1880 Polly se enfrentó a la penosa realidad de que William no se privaría de la compañía de Rosetta. Aquella tarde la esposa de 34 años cargó sus módicas pertenencias para abandonar definitivamente su antiguo hogar de clase media.
de hecho, tras separarse, la joven percibió por un corto perìodo una manutención de cinco chelines semanales, pero el esposo pudo acreditar que ella estaba conviviendo con un hombre, y técnicamente cometiendo adulterio, por lo que reclamó ante el juez competente quien le dio la razòn y lo eximió de aquella carga.
Tras cesar el pago de esa pensión Mary Ann quedó sin sostén financiero. Carecía de ingresos y ahorros, y parece claro que su nueva ocasional pareja - un tal George Crawshaw- se desentendió de brindarle asistencia.
Sobre su destino posterior a dejar el hogar conyugal y perder la prestación que recibía se nos informa:
"...Polly no se fue a vivir con su padre y hermano, sino que se marchó por su cuenta. Para una mujer que nunca había vivido sola, que siempre había estado rodeada por varones protectores, este nuevo modo de vida debió suponer un profundo choque... Polly no habría tenido practicamente dinero con el que subsistir, a menos que quisiera aventurarse en una insalubre pensión, donde se podía conseguir una cama por cuatro peniques al día...".
El absoluto desamparo en que quedó la forzó a ingresar al asilo de Lambeth Union el 24 de abril de 1882 en el cual residió durante once meses hasta el 24 de marzo de 1883 y, tras un breve e infructuoso lapso, donde trató de solventarse por su cuenta, reingresó a ese asilo el 2 de junio de aquel año. Luego dejaría ese establecimiento para compartir una humilde finca con su padre y su hermano. Este retorno a su familia de origen fue fugaz, pues desde marzo de 1884 pasó a convivir con un herrero viudo con tres hijos, Thomas Stuart Drew.
En junio de 1886 Edward Walker, hermano de Mary Ann, falleció tras sufrir un accidente fatal a causa de la explosión de una lámpara de parafina. Esta repentina tragedia contribuyó a que la desconsolada hermana retomase sus hábitos de alcohólica, que se agravaron a partir de noviembre de ese año, pues ya no contaba con la protección de Drew. El herrero viudo la había descartado para casarse con una mujer más joven.
También sobre la segunda víctima, Annie Chapman la obra trae novedades.
Nació con el nombre de Annie Eliza Smith Chapman, dio la coincidencia de que su segundo apellido era igual al de su futuro esposo John Chapman, y fue hija de un militar de bajo rango de nombre George y una ama de casa llamada Ruth. Varios de sus hermanos fallecieron de escarlatina y su padre se suididó el 13 de junio de 1863, inesperadamente, mientras fungía como sirviente del capitán Thomas Naylor Leyland.
Esa desgracia no dejó a la muy joven Annie en la ruina como podría suponerse, sino que - tras recibir su madre una pensión estatal y una donación de parte del patrono de su fallecido esposo- mantuvo, junto a su madre y hermanos, un pasar de clase media en una residencia de tres pisos en Knightsbrigde en el número 29 de Montpelier Place.
Como inquilino llegó a esta casa el joven cochero John Chapman, y pronto se dió un "flechazo" entre él y la hija de su arendadora. Se casaron el 1º de mayo de 1869. Annie que entonces era un chica veintisiete años, que había servido de doméstica, se convirtió en señora de su propia casa y, pronto, en esposa y madre.
Tras diez años de matrimonio John logró escalar una sòlida posición como cochero personal del rico terrateniente Francis Tress Barry en Saint Leonard's Hill cerca de Windsord. Una vida casi perfecta para la joven madre de dos pequeñas hijas.
¿Que falló entonces? ¿Cómo Annie pudo descender y acabar viviendo en el East End hasta su patético final? Hallie Rubenhold lo resume así:
"...Esta podìa haber sido la historia de Annie en su totalidad; podría haber acabado en la comodidad y la tranquilidad de la clase media en la propiedad de un caballero...El curso de sus vidas podría haber acabado de una manera muy diferente si Anniel no hubiera sido una alcohólica...".
La caída no fue inmediata sino que pasó por el fracaso de la mujer ante su internación en un centro de recuperación, y porque su patrón amenazó a John con el despido y que sus dos hijos menores vivos -la primera hija falleció de adolescente y el niño era discapacitado- quedasen sin sustento.
El marido, pese a que amaba devotamente a su esposa, accedió con pena que ella volviera a casa de su madre y hermanos, y le asignó una generosa pensión de diez chelines por semana, pero Chapman, cada vez más sumida en la bebida, pronto dejó la casa materna y se lió con un hombre apodado Jack "Sievey", alias que debía a que fabricaba y vendía coladores de alambre.
Hallie Rubenhold especula que acompañando a este amante fue que la mujer terminaría establecida en ruinosos alojamientos de la calle Dorset de Whitechapel, adonde Jack iría en busca de vender en forma callejera sus coladores de alambre en la segunda mitad de 1884.
Hasta diciembre de 1886 Annie percibió su manutención, pero desde entonces John cayó gravemente enfermo y al poco tiempo falleció. Sin el ingreso monetario semanal y con una viuda cada vez más melancólica Jack Sievey decidió abandonarla a comienzos de 1887.
Annie debió apañarse para subsistir vendiendo flores y realizando labores de ganchillo, y desde 1888 contó con el apoyo financiero de un "amigo con derechos" llamado Edward Stanley de 45 años que, aunque menor que ella, estaba aquejado por serios problemas de salud y percibìa auxilio estatal y, debido a ello, era apodado "El Pensionista".

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Merysg3
 09 December 2022
Las cinco mujeres es un libro de no ficción centrado en las cinco víctimas asesinadas por el asesino en serie más famoso de la época victoriana, Jack el destripador. Su autora, Hallie Rubenhold, hace una exhaustiva investigación sobre los casos y logra reconstruir las vidas de Polly, Annie, Elizabeth, Catherine y Mary Jane a través de informes policíacos, artículos de prensa y otro tipo de archivos registrados.

Este libro es una auténtica maravilla y no os podéis imaginar lo que me ha gustado. La labor que hace esta historiadora es brillante. Para mí, lo mejor ha sido la fiel descripción de la clase obrera en el Londres victoriano y el papel que estas mujeres desempeñaron en esa sociedad. de hecho, no esperéis encontrar información sobre el asesino o una recreación de los asesinatos; este libro supone un recorrido desde el nacimiento de estas mujeres hasta el día de sus muertes, sobre las que apenas tenemos datos. ¿Entonces? ¿Por qué merece la pena su lectura?

A lo largo de los años, todo el mundo conoce el nombre de Jack el destripador, pero nunca nos hemos parado a pensar quién eran esas mujeres y por qué sus vidas acabaron de dicha forma. La prensa sensacionalista del siglo XIX y las conclusiones de la policía denigraban la imagen de estas mujeres tachándolas de prostitutas, malhabladas, sucias, pobres y, por tanto, parecía que recopilar información sobre sus vidas no merecía la pena. A Jack el destripador se le consideraba un asesino de prostitutas, pero a día de hoy no hay nada que lo corrobore más allá de la opinión generalizada de la prensa y la policía. Es aquí cuando Hallie se propone darle la vuelta y realizar una investigación para conocer la verdad.

Gracias a dicha indagación y su bello resultado, conoceremos las grandes diferencias de clase y las formas de subsistir de las familias más pobres durante la época victoriana, a la vez que pasearemos por los barrios más pobres y peligrosos de Londres. Conoceréis sus calles, sus gentes, de qué vivían, cómo trabajaban y como sobrevivían. Además, seremos testigos de la misoginia y el machismo inquebrantables que impregnaban la sociedad y cómo estos afectaban a niñas, adolescentes, mujeres solteras, esposas, separadas y viudas. Sin duda, una obra excelente que recomiendo muchísimo.
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libroscuentosyleyendas
 28 November 2020
Durante más de ciento treinta años hemos aceptado el polvoriento paquete que se nos entregó. Rara vez nos hemos aventurado a mirar dentro o a retirar el grueso envoltorio que nos ha impedido conocer a esas mujeres o sus auténticas historias."

En 1888 ocurrieron muchas cosas en el mundo, pero una de las que más recordamos fueron los asesinatos de Jack el destripador , algunos dicen que fueron once y otros siete pero los que se le atribuyen son cinco.

Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride , Catherine Eddwes y Mary Jane Kelly.

Todas murieron en el peor barrio londinense de la época, Whitechapel , y durante muchos años se las ha considerado prostitutas.
La realidad y la documentación de este perfecto y minucioso trabajo , a permitido a la autora desmentir este hecho , acercarnos a estas mujeres, las cuales muchas vivieron una época de gran desempleo , manifestaciones continuas , baja calidad de vida y violencia social y psicología porque en esa época, tomar un camino diferente , implicacaba el descrédito , la pobreza y la imposibilidad de tener una vida digna.

Cito: "Si para algo sirvieron los asesinatos de Whitechapel fue para poner al descubierto las espantosas e incalificables condiciones de los pobres de aquel barrio. Los campamentos y los tumultos de Trafalgar Square no eran más que una manifestación visible de lo que había sido un mal crónico en el East End y en las partes más empobrecidas de Londres. Jack el Destripador puso más el foco en esos problemas."

Todas y cada una de ellas, con su vida , de manera separada y ordenada, desde el comienzo hasta el día de su asesinato, es lo que ha documentado la autora en este ensayo. Estas mujeres fueron víctimas de un asesino psicópata, unos dicen que médico, otros carnicero... pero también se vieron abocadas a una vida terrible, morir por la hipocresía social que desencadenó sus asesinatos y mutilaciones.

El denominador común, ser mujer , separarse de sus hijos , ser echadas a las calles por sus propias familias , las malas condiciones den las que estaban los llamados asilos y los abusos que padecieron son una verdadera causa de violencia de género y maltrato social y familiar , penoso y denunciable .Esto , y no los vacíos o el alcoholismo como dicen que sufrían, es lo q un llevo a estas mujeres a mendigar , a morir solas , a dormir a la intemperie y a ponerse en manos de personajes de dudosa reputación.

Hipocritamente la sociedad londinense seguía en su pequeño mundo , aislado de estos barrios , haciendo donaciones y dándoles trabajos denigrantes en sus casas .

No dejeis de leerlo , es un ensayo histórico y biográfico , interesante y magnífico.

Leeamoslo para darles dignidad y conozcamos su verdadera historia.
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Palabradelectora
 11 May 2021
El misterio que envuelve la figura de Jack el Destripador ha hecho que se convierta en toda una leyenda. Investigadores de todas las épocas se han afanado en averiguar quién o quiénes estaban detrás de esta figura o incluso qué le motivaba a llevar a cabo sus crímenes pero, nunca nadie se había preocupado por sus víctima hasta que Hallie Rubenhold, historiadora británica especializada en recuperar a figuras femeninas desconocidas u olvidadas, se puso a investigar sus vidas.

Polly Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly no son sólo las víctimas oficiales de Jack el Destripador. Todas ellas son mujeres reales, mujeres con historia propia. Mujeres que la vida maltrató y cuyo asesinato estigmatizó al ser señaladas como prostitutas, profesión que en la mayoría de los casos nunca ejercieron.

Pero la autora va mucho más allá, las víctimas eran mujeres y además pobres. Mujeres que nacieron con toda la vida en su contra; nunca se les procuraría una educación, no podrían acceder a un trabajo digno que les permitiera mantenerse y ser independientes y además se las consideraba socialmente prescindibles. Les tocó vivir en una época en la que ser mujer pobre y no tener a un hombre al lado era poco menos que una sentencia de muerte.

A todo esto hay que sumarle que estas mujeres fueron etiquetadas como prostitutas, sin más prueba que su vagabundeo fruto de su extrema probeza y en muchas ocasiones también de su alcoholismo. Una profesión qué conllevaba el desprecio de toda la sociedad por considerarlas peligrosas, delincuentes, que se apartaban del 'ideal victoriano' basado en una estricta moral religiosa y en unos rígidos códigos de conducta. Convirtiéndolas en mujeres que merecían ser castigadas, víctimas que pasaron a ser culpables de cara a la prensa, a la sociedad y a la Historia. Personajes secundarios relegados al olvido mientras su verdugo se convertía en el gran protagonista, en un ícono que hoy sigue fascinado a muchos.

"Las cinco mujeres" es una especie de acto de justicia para las víctimas. Hallie Rubenhold quería con su investigación devolver la dignidad robada a estas mujeres y lo ha conseguido. Este libro huye del morbo y se centrar únicamente en la historia de cada una de ellas dándoles voz por primera vez y poniéndolas en el lugar que merecen.

Es un libro de no ficción que engancha, su lectura ha sido muy interesante. Está repleto de datos que hace que te impregnes del ambiente de la época y lo leas con los ojos muy abiertos para no perderte nada.

La edición, muy cuidada, cuenta con fotografías y dibujos de la época. Así como mapas de las zonas donde tuvieron lugar los hechos. Incluye además una bibliografía muy extensa que no hace más que corroborar la ardua y minuciosa investigación que llevó a cabo la autora.

En definitiva, un libro muy recomendable tanto para lectores habituales de no ficción como para los y las que no lo sean.
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Las críticas de la prensa (2)
elperiodico31 October 2020
El ensayo 'Las cinco mujeres' redime a los cadáveres del más célebre asesino victoriano.
Leer la crítica en el sitio web: elperiodico
elmundo16 October 2020
Hallie Rubenhold investiga en 'Las cinco mujeres' la historia de las víctimas de los crímenes de Whitechapel y llega a una conclusión sorprendente: sólo una era prostituta.
Leer la crítica en el sitio web: elmundo
Citas y frases (13) Ver más Añadir cita
libroscuentosyleyendaslibroscuentosyleyendas25 November 2020
La mujer borracha era considerada una abominación que permitía «hacer salir a la superficie sus inclinaciones más brutales y repulsivas», que «se abandona a la sensualidad y que […] se vuelve asexuada en sus modales».2 Perversamente, era el autorreconocimiento de su desgracia lo que hacía que la «mujer embriagada» siguiera bebiendo «para ahogar su vergüenza». Aunque sus transgresiones pudieran no ser de naturaleza sexual, la sociedad victoriana mezclaba a la mujer rota con la mujer caída
+ Lire la suite
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libroscuentosyleyendaslibroscuentosyleyendas01 November 2020
En el siglo XIX, para muchos, separarse era como una «muerte en vida». La ley sancionaba la ruptura de una pareja casada, pero no permitía que siguieran adelante con sus vidas. Y es que cualquier relación futura siempre se consideraría adúltera, y cualquier hijo nacido de tales uniones se tomaría por ilegítimo
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libroscuentosyleyendaslibroscuentosyleyendas01 November 2020
En su carta de condiciones, George Peabody establecía solo un puñado de estipulaciones respecto a quién podría beneficiarse de su nuevo modelo de alojamiento social. Además de ser londinenses «de nacimiento o residencia», también exigía «que el individuo sea pobre, tenga carácter moral y sea un buen miembro de la sociedad». «Nadie —declaraba más adelante— deberá ser excluido por razones de creencias religiosas o tendencias políticas.» Los Edificios Peabody serían casas para todo el mundo.
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libroscuentosyleyendaslibroscuentosyleyendas01 November 2020
La culpabilidad no importaba; si una mujer dejaba a su marido, era porque había fracasado. Una esposa decente «debía ser permanente e incorruptiblemente buena; instintiva, sabia» y no solo por medio del «desarrollo personal, sino de la renuncia». Su deber era «no dejar de estar al lado de su marido».5 Su obligación como madre consistía en no renunciar ni abandonar a sus hijos. Dejar la casa familiar la convertía en alguien inadecuado, inmoral, un espécimen de feminidad rota.
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libroscuentosyleyendaslibroscuentosyleyendas01 November 2020
Si para algo sirvieron los asesinatos de Whitechapel fue para poner al descubierto las espantosas e incalificables condiciones de los pobres de aquel barrio. Los campamentos y los tumultos de Trafalgar Square no eran más que una manifestación visible de lo que había sido un mal crónico en el East End y en las partes más empobrecidas de Londres. Jack el Destripador puso más el foco en esos problemas.
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