Las cinco mujeres: Las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador de Hallie Rubenhold
La culpabilidad no importaba; si una mujer dejaba a su marido, era porque había fracasado. Una esposa decente «debía ser permanente e incorruptiblemente buena; instintiva, sabia» y no solo por medio del «desarrollo personal, sino de la renuncia». Su deber era «no dejar de estar al lado de su marido».5 Su obligación como madre consistía en no renunciar ni abandonar a sus hijos. Dejar la casa familiar la convertía en alguien inadecuado, inmoral, un espécimen de feminidad rota.
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