El Tugurio de Émile Zola
Cuando llegan los días malos, sucede que a veces se viven veladas buenas, en las que personas que se odian se llevan bien por unas horas.
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El Tugurio de Émile Zola
Cuando llegan los días malos, sucede que a veces se viven veladas buenas, en las que personas que se odian se llevan bien por unas horas.
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Thérèse Raquin de Émile Zola
Se entregaba sin escatimar, iba sin rodeos hacia donde la empujaba su pasión. Aquella mujer, a la que habían doblegado las circunstancias y que al fin se enderezaba, desnudaba por completo todo su ser al referir su vida.
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La Taberna de Émile Zola
Coupeau tuvo suerte y se contrató para salir a trabajar en provincias, en Étampes; y allí estuvo tres meses, sin emborracharse y casi curado por los aires del campo, aunque no fuera más que momentáneamente. Nadie duda de la eficacia que, para quitar la sed, ejerce en los borrachos el abandonar los aires de París, donde las calles están llenas de humo de aguardiente y vino.
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Thérèse Raquin de Émile Zola
Thérèse vivía en una oscuridad húmeda, en un silencio taciturno y agobiante y veía cómo la vida se extendía ante ella, desnuda, trayendo consigo cada noche el mismo lecho frío y cada mañana el mismo día huero.
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La obra de Émile Zola
No, no es absoluto suficiente...No quiero irme contigo, no quiero ser feliz, quiero pintar.
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Thérèse Raquin de Émile Zola
Cuando no hay esperanza para el futuro, el presente se tiñe de una infame amargura.
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Thérèse Raquin de Émile Zola
Tiene usted un defecto que le va a ir cerrando todas las puertas, no puede charlar ni dos minutos con un imbecil sin hacerle notar que es imbecil.
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La Taberna de Émile Zola
Bueno es no ser envidiosa, pero se reniega siempre cuando se ve a los demás calzarse nuestros zapatos y pisarnos con ellos.
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La Débâcle de Émile Zola
Tuvo entonces una sensación extraordinaria. Le pareció que por encima de aquella ciudad ardiendo, asomaba ya una aurora. Era, sí, el final de todo; un encarnizamiento de la suerte, una acumulación tan grande de desastres, que ninguna nación los había tenido mayores
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La Débâcle de Émile Zola
Entre los doce mil infelices a quienes costó la vida la Commune ¡cua´ntos hombres de bien hubo por cada pillo! Decíase que había llegado de Versalles la orden de cesar las ejecuciones. Pero, así y todo, se seguía matando, y Thiers iba a quedar como el asesino legendario de París, en su gloria de libertador del territorio
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La Débâcle de Émile Zola
Hasta entonces no se supo que el miércoles habían sido fusilados en la cárcel de la Roquette el arzobispo, el párroco de La Magdalena y otros muchos de los detenidos en rehenes por los comunistas; que el jueves habían sido cazados a tiros, como liebres, los dominicos de Arcueil; y que en el sector de la calle Haxo se había hecho el viernes una matanza de cuarenta y siete personas, entre las cuales había sacerdotes y gendarmes
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La Débâcle de Émile Zola
La parte sana de Francia, la razonable, la bien equilibrada, la campesina, era la que suprimía a la parte pervertida, exasperada, maleada por el Imperio, extraviada por los ensueños y por los goces, y había tenido que cortar su misma carne, como si se arrancase el alma, sin saber bien lo que hacía. Pero el baño de sangre era necesario y de sangre francesa; un holocausto tremendo, un sacrificio vivo en medio del fuego purificador.
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La Débâcle de Émile Zola
Allí fue, sobre todo, donde la matanza tomó proporciones aterradoras: hombres, muchachos, sentenciados por un indicio, por tener las manos ennegrecidas por la pólvora, o por llevar zapatos de munición; inocentes denunciados falsamente, víctimas de venganzas personales, clamando justicia, sin conseguir que les escuchasen
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La Débâcle de Émile Zola
Al anochecer, cuando se dispersaron los últimos individuos de la Commune, Delescluze cogió su bastón y como quien va de paseo, se fue traquilamente hasta la barricada del boulevard Voltaire, donde murió como un héroe
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La Débâcle de Émile Zola
A derecha e izquierda la violencia de los incendios deslumbraba, abría más allá un abismo negro. Solo se veía una enormidad tenebrosa, como si París entero, invadido por el fuego, hubiera desaparecido en una noche eterna. Y el cielo también había dejado de existir: las llamas subían tan arriba que apagaban las estrellas.
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La Débâcle de Émile Zola
A la izquierda estaba ardiendo el palacio de las Tullerías. Los comunistas habían prendido fuego al pabellón de Flora y al de Marsan, desde los cuales se había comunicado al del Reloj, donde estaba preparada una mina, barriles de pólvora amontonados en al sala de los Mariscales
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¿En qué año se publicó?