La Débâcle de Émile Zola
La parte sana de Francia, la razonable, la bien equilibrada, la campesina, era la que suprimía a la parte pervertida, exasperada, maleada por el Imperio, extraviada por los ensueños y por los goces, y había tenido que cortar su misma carne, como si se arrancase el alma, sin saber bien lo que hacía. Pero el baño de sangre era necesario y de sangre francesa; un holocausto tremendo, un sacrificio vivo en medio del fuego purificador.
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