La Débâcle de Émile Zola
París ardía en castigo de muchos siglos de mala vida, de la acumulación de sus crímenes y de sus orgías. Los germanos volverían a salvar al mundo, barriendo el último polvo de la corrupción latina
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La Débâcle de Émile Zola
París ardía en castigo de muchos siglos de mala vida, de la acumulación de sus crímenes y de sus orgías. Los germanos volverían a salvar al mundo, barriendo el último polvo de la corrupción latina
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La Débâcle de Émile Zola
En el orgullo del triunfo, las provincias conquistadas, la indemnización de los cinco mil millones, nada valía tanto como aquel espectáculo de París destruido, atacado de locura furiosa, prendiéndose fuego a sí mismo y desvaneciéndose en humo en aquella noche serena de primavera.
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Él, tan tranquilo, se había ido exasperando poco a poco en aquella guerra fratricida, en medio de compañeros que no deseaban sino descansar, después de tantas fatigas y penalidades. Además, los relatos de las atrocidades de la Commune, le ponían fuera de sí, lastimando su respeto a la propiedad y su necesidad de orden
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Este ejército procedía con una prudencia extraordinaria, aleccionado por sus derrotas, exagerando la táctica que los prusianos le habían enseñado tan duramente. La Junta de salvación pública organizaba y dirigía la defensa desde la Casa de la Villa. Contábase que había rechazado desdeñosamente una suprema tentativa de conciliación.
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A la claridad del sol del admirable mes de mayo, no se encontraban más que entierros de federados muertos en los combates, entierros sin sacerdotes, carros fúnebres cubiertos con banderas rojas, seguidos de mucha gente que llevaba ramos de siemprevivas. Las iglesias, cerradas, se transformaban por la noche en salas de club. Solo se publicaban los periódicos revolucionarios; todos los demás habían sido suprimidos
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En París aumentaba el terror. París, irritado al principio contra Versalles, se iba separando de la Commune. El alistamiento forzoso de todos los hombres de mnos de 40 años había exasperado a las personas pacíficas y determinado una fuga en masa
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La Commune le parecía torpe, desatentada, incoherente, estúpida. De todas las reformas sociales que había prometido, no había podido realizar ni siquiera una, y era ya seguro que no dejaría detrás de sí ninguna obra duradera
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Sentía cada vez más la sombría necesidad de la destrucción, por lo mismo que se acercaba el fin de sus ensueños
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Mauricio aplaudió la creación de una Junta de salvación pública. Si se quería salvar la patria, ¿no era llegada la hora de las medidas enérgicas? De todas las violencias, sólo una le había oprimido el corazón; el derribo de la columna Vendôme
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Por una y otra parte empezaban ya las atrocidades; Versalles fusilaba a los prisioneros, París decretaba que, por la cabeza de uno de sus combatientes, haría caer tres cabezas de rehenes
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Y un terrible pánico se apoderó de ellos; los batallones se dispersaron, y volvieron a París a todo correr, mientras que la cabeza de la columna, cogida por un movimiento envolvente del general Vinoy, era acuchillada en Rueil. Entonces, Mauricio sintió aumentar su odio contra aquel supuesto gobierno de orden y de legalidad, que derrotado en todos los encuentros por los prusianos, no recobraba el valor sino para atacar París. ¡Y los ejércitos alemanes estaban todavía allí, presenciando aquel hermoso espectáculo de la caída de un pueblo!
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El gobierno se daba prisa a reunir fuerzas militares suficientes para rechazar un ataque que preveía. Las mejores tropas de los ejércitos del Norte y del Loire eran llamadas con premura, habían bastado diez días para reunir ochenta mil hombres
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Luego, andaba a la ventura por París, y al mediodía conocía que este pertenecía a la Commune. Thiers y los ministros habían huido a Versalles, con treinta mil hombres del ejército; desertaron cinco mil. A eso de las cinco y media, Mauricio se encontraba en el boulevard exterior, en medio de un grupo de energúmenos, escuchando sin indignación el relato del fusilamiento de los generales Lecomte y Clemente Thomas
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Transcurrieron ocho días más. París agonizaba sin exhalar ni una quejo. Las tiendas no se abrían ya; los pocos transeúntes no encontraban coches en las calles desiertas. Habían sido comidos cuarenta mil caballos; los perros, los gatos y las ratas se pagaban muy caros
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Mientras que la columna de la izquierda ocupaba a Montretout, la del centro, ... se estrellaba contra otra tapia interior. El deshielo y una llovizna continua habían puesto intransitables las carretras, y los cañones, aquellos cañones fabricados por suscripción popular, no pudieron pasar. La columna de la derecha, que había entrado en acción muy tarde, se quedó atrás. El general Trochu tuvo que dar la orden para la retirada general. Se abandonó a Montretout y a Saint - Cloud. Los prusianos incendiaron a Saint Cloud. Y al hacerse de noche, el horizonte de París se iluminó con aquel inmenso incendio.
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Delante de las panaderías y de las carnicerías, las largas hileras de gente que esperaba, en medio de la nieve, se alegraban, de cuando en cuando, con la noticia de grandes victorias imaginarias
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Pero el ejército había tenido que detenerse delante de las tapias de los parques de Coeuilly y de Villiers, tapias de medio kilómetro, transformadas por los prusianos en fortalezas inexpugnables. Todos los esfuerzos se estrellaron allí.
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Se habían reorganizado las fuerzas militares, creado tres ejércitos; el primero compuesto de los batallones de la guardia nacional, a las órdenes del general Clemente Thomas; el segundo, formado con los cuerpos 13° y 14° y otro de nueva creación, mandado por el general Ducrot; por último, el tercero, el de reserva compuesto únicamente de movilizados y confiado a la pericia del general Vinoy
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Mauricio sufrió el fracaso de aquella Commune de la que tal vez hubiera salido la salvación, el llamamiento a las armas, la declaración de la patria en peligro, todos los recuerdos clásicos de un pueblo libre que no quiere morir
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Creía en la necesidad del terror para acabar de una vez con los ineptos y con los traidores que estaban matando a la patria
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Se trata del enemigo principal de Batman.