La Débâcle de Émile Zola
A la claridad del sol del admirable mes de mayo, no se encontraban más que entierros de federados muertos en los combates, entierros sin sacerdotes, carros fúnebres cubiertos con banderas rojas, seguidos de mucha gente que llevaba ramos de siemprevivas. Las iglesias, cerradas, se transformaban por la noche en salas de club. Solo se publicaban los periódicos revolucionarios; todos los demás habían sido suprimidos
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