Jalna. Saga de los Whiteoak de Mazo De la Roche
El petirrojo echó a volar y se posó en la rama cimera de un olmo, y allí cantó todavía más alto, mostrando al mundo lo vivo que estaba. Wakefield se tumbó otra vez y apoyó la cabeza en un brazo. Le llegaba el olor dulce y húmedo de la tierra; notaba en la espalda el golpe cálido del sol. No sabía si la nube blanca y gorda que venía flotando desde el sur habría llegado ya a su altura
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