La Débâcle de Émile Zola
El 3 de agosto, habíase extendido la noticia de la victoria de Sarrebruk, ganada la víspera. Gran victoria, aunque no se sabía a punto fijo. Pero los periódicos se desbordaban de entusiasmo
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La Débâcle de Émile Zola
El 3 de agosto, habíase extendido la noticia de la victoria de Sarrebruk, ganada la víspera. Gran victoria, aunque no se sabía a punto fijo. Pero los periódicos se desbordaban de entusiasmo
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La Débâcle de Émile Zola
En medio de aquel malestar sordo del que aguarda, con el escalofrío instintivo de lo que iba a suceder, la certidumbre de la victoria quedaba siempre.
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La Débâcle de Émile Zola
Los cuatrocientos treinta mil hombres reducidos a doscientos treinta mil; los generales envidiándose y decididos a ganarse cada uno el grado de capitán general, sin ayudar a los vecinos: la más espantosa imprevisión, la movilización y la concentración hechas de golpe y porrazo para ganar tiempo y que terminaban en un laberinto inexplicable
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La Débâcle de Émile Zola
A última hora se acababa de notar que faltaban 30 000 piezas de recambio para el servicio de los fusiles y había sido preciso enviar a París un oficial que trajo unas 5 000, arrancadas no sin trabajo
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La Débâcle de Émile Zola
Mauricio había creído en la seguridad de la victoria. A su modo de ver, el plan del emperador era muy claro; echar cuatrocientos mil hombres sobre el Rhin, pasar el río antes que los prusianos estuviesen preparados, separar la Alemania del Norte de la del Sur y, gracias a algún éxito brillante, obligar a Austria e Italia a unirse a Francia
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La Débâcle de Émile Zola
Pero un escalofrío había recorrido todo París; recordaba la noche tumultuosa, los bulevares atestados de gentes entusiasmadas que recorrían en grupos con antorchas encendidas gritando: ¡A Berlín!, ¡a Berlín!
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La Débâcle de Émile Zola
¿No es la vida de una guerra de cada segundo? La condición de la naturaleza humana, ¿no es un combate continuo? La victoria del más digno, la fuerza sostenida y renovada por la acción, la vida renaciendo siempre, siempre joven, de la muerte
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La Débâcle de Émile Zola
Si se encontraba allí como voluntario, era a consecuencia de graves faltas, de una vida de crápula, de su temperamento débil y exaltado, por el dinero que había derrochado en el juego, con las faldas, en las necedades de ese París devorador, a donde llegó para terminar el derecho, a expensas de la familia que se había impuesto grandes sacrificios para hacer de él un hombre
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La Débâcle de Émile Zola
Se aguardaban con febril impaciencia los telegramas dando cuenta de aquella batalla que todos presentían fatalmente desde el amanecer
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La Débâcle de Émile Zola
Sus compañeros decían que si hubiese tenido instrucción, hubiera podido subir mucho; pero él, que solo sabía leer y escribir muy poco, no ambicionaba ni el grado de sargento
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La Débâcle de Émile Zola
Cuando no se tiene oficio, ni mujer, ni bienes, y cuando el corazón está triste, es mucho mejor ir a estrellarse contra el enemigo
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La Débâcle de Émile Zola
A veces le causaba extrañeza verse con el capote, él, que después de la batalla de Solferino, había abandonado el servicio, tan alegre por no tener que arrastrar sable y matar gente.
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La Débâcle de Émile Zola
Juan Macquart, que estaba ocupado en el arreglo de su tienda de campaña, se puso de pie. Al primer anuncio de la guerra había abandonado su pueblo, Rognes, con la pesadumbre que le había producido el drama en que acababa de perder a su mujer Francisca y las tierras que le había llevado en dote; se había reenganchado a los treinta y nueve años, obteniendo inmediatamente los galones de cabo; con esta graduación se incorporó al 106° regimiento de línea
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La Débâcle de Émile Zola
No había allí más que doce mil hombres, todo lo que el general Félix Douay conservaba del séptimo cuerpo del ejército
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La Taberna de Émile Zola
Yo no soy ambiciosa, no pido grandes cosas... mi ideal sería trabajar tranquila, y no carecer nunca de pan, y contar con un agujero un poco limpio para dormir, con lo más necesario: una cama, una mesa, dos sillas... ¡Ah! quisiera, además, poder educar a mis hijos hacerlos hombres de bien, si eso fuera posible... También tengo otro ideal: no ser golpeada si volviera unirme a otro hombre; no, no me gustaría que me sacudieron el polvo... y eso es todo, créamelo, eso es todo... Si se puede, por último, tener el deseo de morir una en su cama... después de haber correteado toda una vida moriría satisfecha en mi cama y en mi casa. |
El paraíso de las damas de Émile Zola
[...] le daba, incluso a veces, consejos, dejándose llevar por su experiencia y por el deseo enfermizo de enterarse de cómo nace una mujer y de cómo París acaba por perderla.
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Yo acuso de Émile Zola
¡La verdad! ¿En qué concepto la tenéis, en todo este episodio que sacude por entero a una vieja organización, para creer que es un objeto sencillo y manejable, que se pasea por la palma de la mano y que se pone a voluntad en la mano de los demás como un guijarro o una manzana? |
Nana de Émile Zola
Había crecido en un arrabal, en el arroyo parisiense, y alta, hermosa, de carne soberbia como planta de estercolero, vengaba a los indigentes y a los abandonados, a los cuales pertenecía. Con ella, la podredumbre que se dejaba fermentar en el pueblo ascendía y pudría a la aristocracia. Ella se convertía en una fuerza de la naturaleza, en un fermento de destrucción, sin quererlo ella misma, corrompiendo y desorganizando. París entre sus muslos de nieve. Y al final del artículo aparecía la comparación de la mosca, una mosca de color de sol y envuelta en basura, una mosca que tomaba la muerte de las carroñas toleradas a lo largo de los caminos y que, zumbando, bailando, lanzando brillos de joya, envenenaba a los hombres con sólo ponerse sobre ellos, en los palacios que invadía entrando por las ventanas.
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Nana de Émile Zola
Un hombre arruinado cayó de sus manos como fruta madura, para pudrirse en el suelo.
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¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?