Las legiones malditas de Santiago Posteguillo
Las batallas se pueden ganar con el corazón pero las guerras sólo se pueden ganar con la cabeza.
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Las legiones malditas de Santiago Posteguillo
Las batallas se pueden ganar con el corazón pero las guerras sólo se pueden ganar con la cabeza.
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Yo, Julia de Santiago Posteguillo
Julia era muy ambiciosa. Como muchos de los que la rodeaban. Solo había una diferencia sustancial entre ellos y ella. Bueno: dos diferencias. En primer lugar, ella era mujer y ellos hombres. En segundo lugar: ella era más inteligente.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
Habían pasado casi setenta años desde el desastre de Teutoburgo, en Germania, donde el querusco Arminio masacró a tres legiones completas enviadas por Augusto bajo el mando de Varo
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Y Julia retó a los dioses: Julia Domna II de Santiago Posteguillo
¿qué sabían ellos, todos, del poder, de crear una dinastía, de forjar el imperio más grande nunca conocido? ¿Qué sabían los que la criticaran de todo eso? Nada. Al poder se lo envidia, sin saber de los sacrificios últimos que hay que hacer por retenerlo
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
El esclavo que sostenía la corona de laureles y que debía pronunciar la frase memento mori [recuerda que vas a morir] tuvo la sagacidad, o la prudencia, de guardar silencio durante todo el desfile y no dijo palabra alguna.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
Había cosas que convenía dejar en silencio y más en medio del palco imperial en el gran anfiteatro Flavio.
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Roma soy yo de Santiago Posteguillo
Hasta el águila más fuerte, hasta aquella que vuela más alto, un día se queda sin fuerza en las alas.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
No, Trajano padre no era un genio militar, pero sí un gran conocedor de toda la historia de Roma con el valor suficiente para pensar en repetir lo que en el pasado funcionó bien.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
—Eres César y, por el momento, es mejor que sigas siendo eso, César. Hay ocasiones en la vida en que lo mejor que puede hacer un César es no hacer nada.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
La venganza de una mujer siempre era retorcida e inesperada
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
Ni el propio Partenio supo intuirlo entonces. Pero el rencor del curator, alimentado con cada derrumbe, fue creciendo impulsado por su perplejidad ante la estupidez de los que gobernaban en la superficie del mundo.
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Y Julia retó a los dioses de Santiago Posteguillo
La venganza, para muchos, solo causa más dolor, pero para Julia la venganza tenía ese regusto dulce que deja la más absoluta de las victorias, esa que se obtiene cuando todos te han dado ya por derrotada. Ingenuos. Todos.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
Era una torpe figura en sus movimientos, pero no había visto jamás una muestra tan clara de tenacidad y valor. No, aquel tullido, estaba claro, era mil veces más valiente que él.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
—Si quieres mentir a los libertos de tu consilium o a los senadores o a los legati de tus legiones, adelante, pero no lo hagas conmigo. Prefiero tu silencio a tus mentiras.
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Y Julia retó a los dioses de Santiago Posteguillo
Un niño muerto del enemigo hoy era un guerrero menos contra el que combatir mañana.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
Su padre acababa de conquistar Jerusalén junto a un César, junto al hijo del emperador, mientras que él, su hijo, había conseguido dejar inválido a un hijo de un amigo suyo.
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Y Julia retó a los dioses de Santiago Posteguillo
En general, no es buena idea llevar a ninguna mujer a una situación extrema: Tolomeo lo hizo con su hermana Cleopatra y Escipión Emiliano lo hizo con Cornelia. Ninguno de los dos hombres salió bien parado del enfrentamiento.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
Fue esa noche, entre lágrimas solitarias, cuando la nueva Domicia Longina empezó a forjarse: una Domicia para quien ya no habría nunca límite alguno.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
Él quería, amaba a Domicia Longina, y lo último que había pensado aquella mañana es que se le fuera a exigir que la abandonara.
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Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo
—¿Y cómo sabré yo si estoy alguna vez ante uno de esos hombres, ante alguien como ese Escipión, o como Julio César o como el emperador Augusto?
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Gregorio Samsa es un ...