Los clanes de la luna Alfana de Philip K. Dick
Es claramente diabólica, para los estándares de cualquier cultura.
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Los clanes de la luna Alfana de Philip K. Dick
Es claramente diabólica, para los estándares de cualquier cultura.
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Los clanes de la luna Alfana de Philip K. Dick
El psicoanalisis había demostrado que, en general, cuando se daban dos razones contradictorias para un acto, el verdadero motivo subyacente no era ninguna de las dos, era un tercer argumento del que la persona no era consciente.
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Los clanes de la luna Alfana de Philip K. Dick
Es culpa suya ser como es; podría cambiar si quisiera. Con un esfuerzo podría pensar algo bueno.
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Fluyan mis lágrimas, dijo el policía de Philip K. Dick
¿Nunca ha amado a un niño? Hace que a uno le duela el corazón, la parte más interna del yo, allá donde uno puede morir con facilidad.
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Fluyan mis lágrimas, dijo el policía de Philip K. Dick
—Si uno ama, uno puede difuminarse y contemplar... —No estoy dispuesto a difuminarme —interrumpió Jason. —...uno puede difuminarse y contemplar con felicidad, con una alegría fría, dulce, alfa, la mayor forma de felicidad, el vivir en uno de aquellos a los que se ama. |
Fluyan mis lágrimas, dijo el policía de Philip K. Dick
No existo, se dijo a sí mismo. No existe ningún Jason Taverner. Nunca existió y nunca existirá. Al diablo con mi carrera; solo quiero vivir. Si alguien o algo desea borrar mi carrera, de acuerdo: es libre de hacerlo. Pero ¿no me será permitido existir?
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Blade Runner de Philip K. Dick
" Todo estaba podrido, todo combado en su mutua decadencia, víctima de esa fuerza despótica que es el tiempo".
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Blade Runner de Philip K. Dick
Es la condición esencial de la vida verse requerido a traicionar la propia identidad. Siempre llega el momento en que todo ser vivo debe hacerlo. Es la sombra última, la derrota de la creación: es la maldición de la obra, la maldición que se alimenta de toda vida. Hasta en el último rincón del universo.
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Blade Runner de Philip K. Dick
Pero puede que no sepa cocinar, pensó de pronto. De acuerdo, yo mismo podría hacerlo; prepararé la cena para los dos. Y le enseñaré cómo para que pueda hacerlo ella misma más adelante, si quiere. Probablemente querrá en cuanto aprenda a prepararla. Que la experiencia me haya demostrado, a la mayoría de las mujeres, incluso a las jóvenes como ella, les gusta cocinar. Es un instinto que tienen.
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Ubik de Philip K. Dick
Las diversas instituciones de prevención anti–psi difundían estridentes arengas por televisión y en los homeodiarios. «Defienda su intimidad» repetían machaconamente los anuncios transmitidos a todas horas y por todos los medios de comunicación. «¿Le sintoniza algún extraño? ¿Está usted realmente a solas?». Aquello iba por los telépatas… luego estaba la puntillosa preocupación por los precognitores: «¿Predice sus actos alguien al que usted no conoce, que no querría conocer ni invitar a su casa? Termine con su inquietud: acudiendo a la organización de previsión más cercana podrá saber si es usted víctima de una intrusión no autorizada, y siguiendo sus instrucciones, la organización cuidará de eliminar tal intrusión… a un precio muy asequible».
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Ubik de Philip K. Dick
Rígida en su ataúd transparente, envuelta en emanaciones de vapor helado, Ella Runciter yacía con los ojos cerrados y las manos eternamente levantadas hacia su rostro, que permanecía impávido. Hacía tres años que no la veía y, naturalmente, no había cambiado. No cambiaría nunca, al menos en lo exterior. Pero a cada resurrección a la semivida activa, a cada vuelta a la actividad cerebral, por corta que fuera, Ella moría un poco. El tiempo que le quedaba menguaba por etapas.
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El hombre en el castillo de Philip K. Dick
Es vital a veces sólo ser una fachada de cartón. Un asomo de satori ahí, si pudiera aprehenderlo. El propósito de un esquema de ilusión universal, insondable. De acuerdo con la ley de economía nada se perdía, ni siquiera lo irreal. Qué sublimidad en ese proceso.
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El hombre en el castillo de Philip K. Dick
-Las manos del artífice- continuó Paul- tienen wu, y han permitido que el wu pase a la pieza. Quizá lo único que él sabe es que la pieza transmite satisfacción. Es algo completo, Robert. Mirando el alfiler tenemos más wu nosotros mismos. Alcanzamos entonces la serenidad que no se asocia comunmente con el arte sino con lo sagrado.
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El hombre en el castillo de Philip K. Dick
El mal es un elemento consustanciado con el mundo, se dijo el señor Tagomi. Se derrama sobre nuestra cabeza, entra en nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro corazón, hasta en las piedras de la calle. Somos topos ciegos, que se arrastran y se meten en el suelo, percibiendo el mundo con nuestros hocicos. No sabemos nada.
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El hombre en el castillo de Philip K. Dick
El tonto, posiblemente no había encontrado nada de qué hablar, se dijo el señor Tagomi. Un entusiasmo torpe, unido a doctrinas románticas. Una sospechosa manía de husmear.
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El hombre en el castillo de Philip K. Dick
-La actitud hacia los viejos, los enfermos, los débiles, los locos, toda la variedad de los inútiles. se preguntó alguna vez un filósofo anglosajón. He meditado muy a menudo en esa frase. Pues bien, en general no sirve para nada.
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El hombre en el castillo de Philip K. Dick
-Hemos de tener fe en algo-dijo el señor Tagomi-. No podemos conocer todas las respuestas. No podemos ver adelante por nuestros propios medios.
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El hombre en el castillo de Philip K. Dick
Se identificaban con el poder divino, y se creían semejantes a los dioses. Ésta era la locura básica de todos ellos. Habían sido dominados por algún arquetipo. Habían expandido psicóticamente su ego, y no sabían dónde terminaban ellos y dónde comenzaba lo divino. No era una cuestión de arrogancia, de orgullo. La inflación del ego hasta sus límites extremos, una confusión entre el adorador y el objeto adorado. El hombre no se ha comido a Dios. Dios se ha comido al hombre.
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El hombre en el castillo de Philip K. Dick
Juliana pensó: ¿No se tiró Diesel por el ojo de buey de un camarote? ¿No se suicidó arrojándose al mar en un viaje? Quizá yo debería hacer lo mismo. Pero aquí no hay mar. Aunque hay siempre un modo. Como en Shakespeare. Un alfiler que se clava atravesando la blusa, y adiós Frink.
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Gregorio Samsa es un ...