El hombre en el castillo de Philip K. Dick
Se identificaban con el poder divino, y se creían semejantes a los dioses. Ésta era la locura básica de todos ellos. Habían sido dominados por algún arquetipo. Habían expandido psicóticamente su ego, y no sabían dónde terminaban ellos y dónde comenzaba lo divino. No era una cuestión de arrogancia, de orgullo. La inflación del ego hasta sus límites extremos, una confusión entre el adorador y el objeto adorado. El hombre no se ha comido a Dios. Dios se ha comido al hombre.
|