El hombre en el castillo de Philip K. Dick
-Las manos del artífice- continuó Paul- tienen wu, y han permitido que el wu pase a la pieza. Quizá lo único que él sabe es que la pieza transmite satisfacción. Es algo completo, Robert. Mirando el alfiler tenemos más wu nosotros mismos. Alcanzamos entonces la serenidad que no se asocia comunmente con el arte sino con lo sagrado.
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