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Calificación promedio: 5 (sobre 221 calificaciones)
/Como lector, siempre me recuerdo leyendo cómics. Quizá Tintín y Astérix fueron los que más me motivaron a querer dedicarme a esto. El primer cómic que publiqué fue una historia pornográfica en la revista Kiss Comix. Por aquella época yo trabajaba en publicidad y tenía el sueño de dejar ese trabajo y recuperar mi sueño infantil de dibujar cómics. La manera más sencilla era publicar en revistas de cómics, pero a finales de los noventa habían desaparecido la mayoría. Tan sólo quedaban el Kiss y El Víbora, las dos de la misma editorial, La cúpula.
Fue una gran experiencia. Todos en la editorial eran una gente estupenda. Me dieron la oportunidad de pasar de dibujante aficionado a autor. De esa primera historia pornográfica hasta El juego lúgubre, lo último que hice con ellos, fue una gran evolución para mí como autor. Mi estilo evolucionó de un dibujo recargado que buscaba lo espectacular a un tipo de dibujo más sencillo que no busca más que ser el elemento para contar una historia.
La serie Un hombre en pijama surge del encargo de un periódico de hacer entregas semanales. Le dí vueltas a qué hacer, pensé en temas más clásicos con el formato continuará. Pero el lector de periódicos es muy ocasional, me daba miedo que perdieran el hilo, y que yo mismo me aburriera con la serie o me quedase sin ideas. Miré qué hacían los escritores cuando se enfrentan a sus secciones en el periódico. Ellos hablan en sus columnas de sí mismos, de sus vivencias, de lo que han leído, algo que les ha pasado… Me pareció que esa era la mejor solución. Si conseguía tener una «voz» personal, nunca se me acabarían las cosas que contar. Finalmente, lo que cuenta la serie es la manera de ver el mundo de una persona que trabaja en su casa y en pijama, y que siempre va un paso por detrás.
Con Arrugas quería hablar de la vejez de mis padres. En aquel momento eran ya mayores y quise saber qué sentían en esa fase de la vida. Ellos vivían en su casa, pero yo decidí situar la historia en una residencia de ancianos porque así podía abrir más el foco, no centrarme en una sola vejez. Para documentarme tuve que visitar durante un tiempo diferentes residencias, allí hablaba con las personas mayores, con los familiares, con los enfermeros… Prácticamente, todo lo que cuento en Arrugas sale de lo que me contaron y lo que vi en esas residencias. Yo nunca había estado en una y me impactó mucho esas visitas que tuve que hacer para documentarme. Creo que de lo que trata en realidad Arrugas es de la soledad.
Todos los autores aspiran a conseguir cuantos más lectores mejor, pero el lector habitual de cómics suele ser escaso y hermético. Es un tipo de público que siempre ha leído cómic, desde la infancia a la edad adulta, con un gran conocimiento del medio, unos gustos temáticos y visuales determinados… Un público excelente, pero desgraciadamente es difícil de vivir sólo de ellos. El sueño de cualquier autor de cómic, escritor de novelas o músico es llegar al público generalista, un mercado inmenso aunque a veces menos fiel y caprichoso, ya que se mueve por modas y grandes campañas publicitarias. Yo no he sido uno de esos grandes lectores de cómic. Siempre me han gustado, pero he estado temporadas desconectado de lo que se hacía, como cuando trabajaba en publicidad. Cuando quise de nuevo volver a leer no encontraba nada que me llenase, la mayor parte de cómics me aburrían. Tan sólo lo que estaban haciendo ciertos autores como Daniel Clowes, Jaime Hernández, Mazzuchelli… Me enganchó de nuevo a leer cómics y a querer dibujar. A la hora de dibujar siempre tenía en mente que todos esos amigos publicistas y diseñadores leyeran mis historias. Quizá ese pensamiento y el no ser un lector habitual de cómic haya hecho que mi enfoque sea diferente y haya podido llegar a un público más generalista. O tal vez todo haya sido cuestión de suerte y, en especial Arrugas, encajó en las modas caprichosas del público generalista. No sé…
No lo considero un compromiso y no quisiera que mis cómics fueran unos panfletos políticos. Hasta hace unas décadas, la personalidad del autor de cómic se diluía en su obra y no se dejaba ver más que en un estilo de dibujo o en cómo contaba una historia. Los editores filtraban cualquier opinión o tema que no encajase en ese cómic convencional para todos los públicos, en su mayoría lleno de acción y aventuras. Pero con el tiempo, y gracias a lo que llamamos «novela gráfica», los autores hemos conseguido libertad para hablar de nosotros mismos, de lo que nos preocupa, de cómo vemos la vida. Me he dado cuenta de que yo siempre acabo hablando del mismo tema en mis cómics: la memoria. Pero no por un gusto nostálgico, sino como una forma de comprender el mundo y comprenderme a mí mismo. Mirar de dónde venimos para saber quiénes somos. Los cómics son mi manera de reflexionar. Para mí son el camino de una búsqueda. Y espero que no sean la forma de demostrar una certeza ideológica, eso es aburrido y tramposo.
Creo que todo lo que hago tiene un cierto interés didáctico. Como decía antes, los cómics son para mí una oportunidad de aprender. En este caso se trataba de mirarse en el espejo de la música para ver qué se podía aprender de un mercado que durante un tiempo funcionó muy bien y que ahora pasa por un mal momento. J.M. Casañ es un buen amigo, su grupo vendió cientos de miles de discos en los años noventa, y lleva más de treinta años viviendo de la música. Muchas veces le había preguntado interesado por cómo componía, lo que es ir de gira, cómo vivir del mercado… Temas que me interesaban y de los que podía aprender. Pensé que de todas esas conversaciones se podía hacer un cómic de no ficción, algo más parecido al documental. Me pareció un reto interesante el utilizar un medio como es el cómic, que ha evolucionado para contar acción, utilizarlo para mostrar conversaciones.
Los retos son inseparables del proyecto. Un nuevo cómic que surja sin ningún reto no tiene razón de ser, es aburrido dedicarle años a algo así. Son retos personales, no se trata de pensar que vamos a hacer el mejor cómic de la historia ni nada de eso. En el caso de Los surcos del azar el reto era hacer el cómic más documentado que nunca hubiera hecho; en el de la encrucijada, ya lo he comentado, el reto era hacer mi primera obra de no ficción… Uno de los mayores retos, o al menos un reto diferente, fue con El dibuixat. El IVAM (Museo de Arte Moderno de Valencia) me dio una sala para exponer. Tan sólo me puso la condición de que no fuera la típica exposición de cómic, esto es, colgar los originales de una obra ya editada. Era una oportunidad enorme el tener una sala en un museo así, pero ¿qué hacer? Esto me llevó a preguntarme cuál es el valor artístico que tiene un cómic. ¿Es la calidad del dibujo, su destreza? Para mí es lo que te transmite y te cuenta. Así que la sala debía ser el soporte para contar una historia. Y ahí llegaba a un nuevo reto. Si el soporte siempre ha modificado el qué y cómo se cuenta en viñetas: prensa, revistas, álbum… qué pasa cuando el soporte son paredes de un museo.
Me encanta Kafka, es uno de mis escritores favoritos. Como lector, muchas veces me imaginaba cómo sería ese mundo descrito por él. Este proyecto de ilustrar a Kafka me permitió elegir mis relatos favoritos y poder ilustrarlo al fin. En un cómic es difícil cambiar de estilos, pero en un libro ilustrado que es un recopilatorio de relatos, era una oportunidad perfecta para jugar con diferentes estilos gráficos.
Estoy terminando un nuevo cómic, de momento se llama Regreso al Edén. Trata sobre una fotografía, la única que mi madre tiene con su madre. El reto en esta ocasión es construir una historia a partir de una foto de la que no sé demasiado, e intentar reconstruir una vida y una época a partir de ella. Si todo va bien, espero tenerlo acabado para finales de 2020.
Tintín y Los cigarros del faraón.
Alguno de los libros de Julio Verne.
No suelo releer novelas, quizá algún relato de Poe o de Becquer. Releo mucho más los cómics de mi infancia: Tintín, Astérix, Los Cuatro Fantásticos…
Alguna de Jiro Taniguchi. Barrio lejano, El almanaque de mi padre…
Más que una cita es el estribillo de una canción: «Volando voy, volando vengo. Por el camino yo me entretengo.» Es un buen resumen de lo que es la vida.
La trilogía de Berlín, de Jason Lutes y ¿Por qué escribir?, de Philip Roth.
En la Universidad Miguel Hernández de Elche, Paco Roca habla sobre su obra, sus dibujos, sus historias, sus cómics, y sus temas emocionales de sus vívidos recuerdos. Muy interesante
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Memorias de un hombre en pijama de Paco Roca
En cierta forma la felicidad es recuperar cuando somos mayores esos pequeños placeres de la infancia.
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Regreso al Edén de Paco Roca
Antonia nunca supo escribir. Ya no tuvo interés en aprender en toda su vida.
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Batman en Benidorm de Paco Roca
Hay heridas más profundas y menos visibles que las magulladuras provocadas por su último combate.
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¿En qué año se publicó?