Ligeramente casados de Mary Balogh
Él no le podía quitar los ojos de encima. En parte lo hacía deliberadamente, pensando en los amigos y vecinos de ella, que examinaban con atención y cariño cómo se comportaban. En parte también porque mirarla era un placer, alta, esbelta, animada y hermosa como estaba. Y en parte además porque al cabo de unos días trataría de recordarla y quizá no lo consiguiera.
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