Ana de Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery
No se sabe qué ocurrirá durante el día y hay un gran campo para la imaginación.
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Ana de Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery
No se sabe qué ocurrirá durante el día y hay un gran campo para la imaginación.
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Ana de Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery
Los pajarillos cantaban como si fuera el único día de verano de todo el año
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Ana de Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery
Ella volvió de su sueño con un profundo suspiro y le miró con los ojos soñolientos de un alma que ha vagado por la lejanía, guiada por una estrella.
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Ana de Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery
"Pero es un millón de veces más lindo ser Anne, la de tejados verdes, que ser Anne la de ninguna parte, ¿no es así?"
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Ana, la de Tejas Verdes. Ana, la de la Isla de Lucy Maud Montgomery
No todas las lecciones de la vida se aprenden en el colegio, se aprenden en todas partes.
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Ana, la de Tejas Verdes. Ana, la de la Isla de Lucy Maud Montgomery
Ana, estás más hermosa que nunca. Nueve veces de cada diez puedo sobrepasarte. Pero en la décima, floreces de tal forma que me eclipsas completamente, ¿cómo te las arreglas?
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Lucy Maud Montgomery
Ana, un corazón destrozado en la vida real, no es la mitad de terrible de lo que resulta en los libros. Se parece a tener un diente cariado, aunque no le parezca una comparación muy romántica. Tiene periodos de dolor y no deja dormir de vez en cuando, pero permite disfrutar la vida, de los sueños, de los ecos y del guirlache de cacahuetes como si no ocurriera nada.
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Lucy Maud Montgomery
Creo que los días más hermosos y dulces no son aquellos en los que ocurren cosas espléndidas, maravillosas o excitantes, sino simplemente los que nos traen pequeños placeres sucesiva y suavemente, como perlas que se sueltan de un collar.
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Ana de Avonlea de Lucy Maud Montgomery
Esto es lo peor, o lo mejor, de la vida real, Ana. No te deja ser desgraciada. Sigue tratando de conformarla y lo consigue, aun cuando se está decidida a ser infeliz y romántica.
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Ana, la de Álamos Ventosos de Lucy Maud Montgomery
—Por supuesto os vais a portar bien y no le daréis nada de trabajo, ¿verdad, tesoros? Los tesoros asintieron con franqueza y se las apañaron, aunque habría parecido imposible, para parecer más angelicales todavía. La señora Ryamond hizo que la acompañaran hasta el portón. —Son lo único que tengo ahora —comentó con un tono excesivamente dulce—. Quizá los he malcriado un poco...Sé que la gente lo piensa. Todo el mundo parece saber siempre mejor que una como criar a los hijos, ¿se ha dado cuenta, señorita Shirley? Pero yo creo que amarlos es mejor que castigarlos, ¿no le parece? |
Ana, la de Álamos Ventosos de Lucy Maud Montgomery
Hay muchos Bugles en el mundo. Quizá no todos tan sumidos en su «Buglismo» como la prima Ernestine, pero hay tantos aguafiestas que temen disfrutar el momento por lo que pueda traer el mañana... Gilbert, cariño, no dejes que tengamos miedo de las cosas. Es una esclavitud terrible. Seamos osados, aventureros y expectantes. Bailemos para encontrarnos con la vida y todo lo que nos pueda traer, aunque nos traiga montañas de problemas, y tifus, ¡y mellizos! |
Ana, la de Álamos Ventosos de Lucy Maud Montgomery
—Espero que nadie se levante y dé un motivo por el cual no deberían casarse. Eso pasó en la boda de Tillie Hatfield. —Gordon no va a tener tanta suerte —rio el padrino, amigo del novio. La tía Felina le dirigió una mirada pétrea de color marrón. —Jovencito, el matrimonio no es precisamente una broma. —Puede apostar a que no lo es —replicó él sin amilanarse—. Hola Nora, ¿cuándo vamos a tener la oportunidad de bailar en tu boda? Nora no respondió con palabras. Se acercó al muchacho y le abofeteó deliberadamente, primero en una mejilla, y luego en la otra. Las bofetadas no fueron de broma. Después, subió las escaleras sin mirar atrás. —Esa chica —declaró la tía Felina— está demasiado estresada. |
Ana, la de Álamos Ventosos de Lucy Maud Montgomery
—Dices eso solo por parecer educada, claro. No hace falta. Sabes tan bien como yo que no soy el tipo de chica de la que se enamoran los hombres. Soy la «sosa señorita Nelson». no es culpa mía si no tengo a nadie. No soportaba estar más tiempo allí dentro. Tenía que venir aquí abajo y permitirme a mí misma sentirme triste. Estoy cansada de sonreír y mostrarme agradable con todo el mundo y fingir que no me importa cuando me hacen bromas por no estar casada. No voy a fingir más. Y sí me importa, me importa muchísimo que se burlen de mí. Soy la única de las chicas Nelson que queda soltera. Cinco de mis hermanas están casadas o lo estarán mañana. Ya has escuchado a la tía Felina echarme en cara mi edad cuando estábamos cenando. Y oí como le decía a mi madre antes de la cena que yo «había envejecido bastante» desde el verano pasado. Pues claro que he envejecido. Tengo veintiocho años. Dentro de doce tendré cuarenta. ¿Cómo podré soportar la vida a los cuarenta, Ana, si no tengo raíces propias a esas alturas?
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Ana, la de Álamos Ventosos de Lucy Maud Montgomery
Éramos como hermanas. Yo solía pasar mucho tiempo en la casa de los Luckley y adoraba ese lugar. He soñado muchas veces que volvía. Mamá dice que me estoy haciendo vieja para soñar. Señorita Shirley, ¿cree que soy demasiado vieja para hacer tal cosa? —Nadie es nunca demasiado viejo para soñar. Y los sueños nunca envejecen. |
Ana, la de Álamos Ventosos de Lucy Maud Montgomery
—Los vestidos sin cuello son indecentes —replicó la señora Gibson. (Por cierto, yo llevaba un vestido sin cuello) —Además —siguió diciendo la anciana señora Gibson, como si todo fuera una misma cosa —, a mí nunca me gustó Maurice Hilton. Su madre era una Crockett. Nunca tuvo el más mínimo sentido del decoro, ¡siempre besaba a su mujer en los lugares más indebidos! (Gilbert, ¿estás seguro de que me besas en los lugares debidos? Me temo que la señora Gibson pensaría que la nuca, por ejemplo, no es un lugar debido). |
Ana, la de Tejas Verdes. Ana, la de la Isla de Lucy Maud Montgomery
-Phil -rogó Ana-, por favor, vete y déjame sola un rato. Mi mundo se ha roto en mil pedazos. Quiero reconstruirlo. -¿Sin que aparezca Gilbert en él? -dijo Phil mientras salía. -¡Un mundo sin Gilbert! -Ana repitió las palabras tristemente. ¿No sería un lugar muy solitario y triste? Bueno, todo había sido culpa de Gilbert. Él había arruinado la hermosa camaradería que los unía. Ahora ella tendría que aprender a vivir sin esa amistad especial. |
Ana, la de Tejas Verdes. Ana, la de la Isla de Lucy Maud Montgomery
Charlie Sloane, sentado rígidamente encima del cojín más apreciado de la señorita Ada, preguntó a Ana una noche si estaba dispuesta a prometerle "convertirse algún día en la señora Sloane". Al llegar después de la declaración de Billy Andrews a través de una envidada, este episodio no supuso ninguna conmoción para la sensibilidad romántica de Ana, como habría posido ser de no haber mediado aquella extraña ocasión: pero sí fue otra desilusión desgarradora. También se enfadó, porque sentía que nunca le había dado Charlie el menor motivo para pensar tal cosa. Pero, como habría dicho la señora Lynde desdeñosamente, ¿qué se podía esperar de un Sloane? Toda la actitud de Charlie, el tono, el aire, las palabras, atufaban a "Sloane". Le estaba confiriendo un gran honor, no había duda de ello. Y cuando Ana, completamente insensible a ese honor, lo rechazó tan delicada y consideradamente comopudo, incluso un Sloane tenía sentimientos que no debían ser heridos en exceso. El aire de familia lo traicionó. Charlie no se tomó la negativa como habrían hecho los pretendientes imaginarios de Ana. En su lugar, se enfadó y lo mostró; dijo dos o tres cosas bastante desagradables. El temperamento de Ana se inflamó y le espetó un breve discurso cuyas frases atravesaron incluso la coraza protectora de los Sloane de Charlie y le llegaron a lo más vivo: él cogió su sombrero y se marchó de la casa con la cara muy roja; ella subió las escaleras corriendo, tropezando por el camino dos veces con los cojines de la señorita Ada, y se tiró en su cama llorando de rabia y humillación. (...) Luego Charlie dirigió sus afectos hacia una pequeña alumna de segundo, regordeta, sonrosa y de ojos azules, que pareció concederle todo el valor que se merecía; con lo cual perdonó a Ana y condescendió en volver a ser civilizado con ella, de una forma destinada mostrarle exactamente lo que había perdido. + Leer más |
Ana de las tejas verdes. La llegada de Lucy Maud Montgomery
Siento que hay un montón de Anas distintas dentro de mí. Algunas veces pienso que ésa es la razón de que yo sea una persona tan cargante. Si fuera siempre una sola Ana, sería mucho más cómodo pero también muchísimo menos interesante.
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Ana de las tejas verdes. La llegada de Lucy Maud Montgomery
Esta mañana tengo bastante hambre. El mundo no parece una cosa terrible como anoche. Estoy muy contenta de que sea una mañana de sol. Pero también me gustan las mañanas lluviosas. Toda clase de mañanas son interesantes, ¿no creen? No se sabe qué ocurrirá durante el día y hay un gran campo para la imaginación.
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Valancy Stirling o el castillo azul de Lucy Maud Montgomery
No tengo intención alguna de callarme —dijo Valancy perversamente—. Me he callado toda la vida. Gritaré si lo deseo.
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¿Quién escribió la saga?