Ana, la de Álamos Ventosos de Lucy Maud Montgomery
—Por supuesto os vais a portar bien y no le daréis nada de trabajo, ¿verdad, tesoros? Los tesoros asintieron con franqueza y se las apañaron, aunque habría parecido imposible, para parecer más angelicales todavía. La señora Ryamond hizo que la acompañaran hasta el portón. —Son lo único que tengo ahora —comentó con un tono excesivamente dulce—. Quizá los he malcriado un poco...Sé que la gente lo piensa. Todo el mundo parece saber siempre mejor que una como criar a los hijos, ¿se ha dado cuenta, señorita Shirley? Pero yo creo que amarlos es mejor que castigarlos, ¿no le parece? |