Susúrrale mi nombre al viento de Josephine Lys
(…) Podía odiarla, podía evitarla e incluso alejarla de su vida y construir otra, pero la única verdad es que siempre formaría parte de él.
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Susúrrale mi nombre al viento de Josephine Lys
(…) Podía odiarla, podía evitarla e incluso alejarla de su vida y construir otra, pero la única verdad es que siempre formaría parte de él.
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Un disfraz para una dama de Josephine Lys
—¿Aceptar qué, que amo a una mujer que es una mentirosa, que ha jugado con todos nosotros, que es impulsiva, terca, sabionda y que es como un dolor de muelas? No seas imbécil, ¡pues claro que la amo!, y eso me está volviendo loco.
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El hielo bajo tus pies de Josephine Lys
—Y no vuelvas a ponerte ese pañuelo en la cabeza, Meg McDuff. Es una orden de tu Laird. Meg estuvo a punto de responder que haría lo que ella quisiera, pero se mordió la lengua a tiempo. No había que ser avariciosa. Ya había obtenido una pequeña victoria. El demonio de Escocia le había dado la razón. |
Como el color del brezo de Josephine Lys
—Cásate conmigo porque te deseo, porque el solo hecho de pensar que pueden lastimarte me consume y me destroza. Cásate conmigo porque cuando me dijiste que era un buen hombre quise creerlo y pensé que lo conseguiría si estabas a mi lado. Sé mi esposa y hazme pagar por cada lágrima que mis palabras y mis acciones hayan podido ocasionarte, y por mi estúpida cabezonería. Cásate conmigo y dame esa paz que solo siento cuando te tengo cerca. Hazlo por cualquiera de esas razones, pero, por Dios, hazlo.
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Dibuja tu nombre en mi piel de Josephine Lys
(…) la boca de Duncan le demostró con su entrega, con su deseo, con todo su amor, que con solo un beso podía alcanzar las estrellas.
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No puedo evitar amarte de Josephine Lys
(…) Esa calidez que antes creyó extenderse por su pecho, en ese preciso instante lo abrasó y supo sin lugar a dudas que por primera vez en su vida estaba enamorado. Lo que creyó que jamás le pasaría, lo que pensó que no experimentaría por ser demasiado cínico para ese sentimiento, eso mismo estaba ahora presionando su pecho como si lo hubiesen cogido en un puño y lo cerraran dejándolo indefenso, vulnerable y desorientado. Quizás ahora lo reconociese pero no era nuevo: le había golpeado desde que la vio por primera vez.
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El guante y la espada de Josephine Lys
(…) Por primera vez en su vida creyó que tenía una verdadera razón para vivir, y para morir. Daría su vida por ella y ya no le importaba que ese fuera su destino. (…)
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Un disfraz para una dama de Josephine Lys
(…) Jamás pensó que sentiría algo así por un hombre. No sabía exactamente qué nombre ponerle a ese sentimiento, pero era demasiado perturbador para ignorar por más tiempo su existencia. Aceptaba lo que le hacía sentir cuando estaba cerca, embriagando sus sentidos como una inexperta debutante que bebe por primera vez una copa de champaña, pero lo que la asustaba era no poder controlar esas sensaciones que parecían intensificarse con el paso de los días y que inevitablemente la llevaban a un terreno totalmente desconocido que la asustaba y excitaba a la vez.
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Un disfraz para una dama de Josephine Lys
(…) Nada la había preparado para encontrarse con el conde de Ashford. La ponía nerviosa, y no era solo por su enorme atractivo, porque era guapo a más no poder, sino también por su manera de mirar, de moverse, como un felino salvaje al acecho de su presa. Desprendía una seguridad en sí mismo que rayaba en el insulto y, sobre todo, por cada poro de su piel emitía un aura de misterio difícil de ignorar. Era como un desafío para cualquier mujer, una invitación para descubrir sus secretos.
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Dibuja tu nombre en mi piel de Josephine Lys
Estoy seguro que su ingenio y su tenacidad podrían hacerme pedazos si usted así lo deseara, así que yo me pregunto quién es el que está en verdad en peligro
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Invierno de Josephine Lys
(…) espero que no tengas ninguna objeción a lo que he dicho antes, porque tú, Bruce Gordon, eres mío, tanto como yo soy tuya —continuó Eara con la voz entrecortada—. Si sangras, yo sangro; si sufres, yo sufro; y si tú mueres, yo no puedo vivir sin ti.
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Invierno de Josephine Lys
—Jamás osaría describirte como una delicada flor. Eres más bien el azote de Escocia —siseó al final Gordon.
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Invierno de Josephine Lys
(…) pero fue conocerlo más, fue comprender que no podía seguir odiándolo con la fuerza con la que durante muchos años lo había odiado y darse cuenta de que Bruce Gordon había sido muchas cosas durante todo ese tiempo en su vida: un enemigo, su prometido, un adversario… pero lo que nunca había sido es alguien insignificante.
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Invierno de Josephine Lys
—¿Y qué hay dentro de ti, Gordon? Bruce la miró y Eara vio en sus ojos una dureza casi inhumana. —Un gélido e interminable invierno. |
Dibuja tu nombre en mi piel de Josephine Lys
(…) La distancia que impones no se forja en un día ni por un solo motivo. Alguien te hizo demasiado daño y quisiera matarlo por ello. Y sé lo que vas a decirme: que no es de mi maldita incumbencia… y tienes toda la razón, salvo por una cosa. Me importa demasiado para hacerme a un lado.
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Como el color del brezo de Josephine Lys
—Un muchacho que se interesa por lo que una niña de seis años pueda sentir hasta el extremo de buscarla y darle la mano para que se tranquilice y se duerma, mintiéndole al decirle que el brazo ya no le dolía para mitigar su culpa y que así dejase de llorar, no puede convertirse en otra cosa que en un buen hombre, Alec.
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Como el color del brezo de Josephine Lys
(…) Quería ser amada y amar en un mundo donde los enlaces por amor eran la excepción, en donde la obligación, el honor y el deber iban por delante de los deseos más íntimos. Siempre había sabido lo que deseaba, pero solo ahora entendía que en su fuero interno nunca había aceptado un destino que no fuera ese. No podía doblegarse a los designios de su padre y casarse con McDonall. Ella quería la libertad que podría alcanzar si escapaba, o la muerte.
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Susúrrale mi nombre al viento de Josephine Lys
(…) Hace cuatro años hubiese dado mi vida porque me siguieras, porque te dieses cuenta de que jamás te hubiese dejado por voluntad propia. Hubiese muerto por ti, Logan. Y tú quizás no me odiases, pero yo sí lo hice, y con todo mi corazón, porque yo sí te amé, más que a nada en este mundo. Pero de aquella mujer ya no queda nada, ni las ruinas de mi amor, ni las de mi odio, porque todas mis fuerzas se centraron en una sola cosa. En sobrevivir. ¿Y sabes qué? Lo hice por aquellos que sí me amaron de verdad. (…)
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Susúrrale mi nombre al viento de Josephine Lys
—El odio es una emoción demasiado fuerte para poder sentirla contra ti. Hay que amar mucho para poder odiar. (…)
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Gregorio Samsa es un ...