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Largo pétalo de mar de Isabel Allende
La ley natural del universo es la entropía, todo tiende al desorden, a romperse, a dispersarse, la gente se pierde miren cuantos se perdieron en la retirada, los sentimientos se destinen y el olvido de desliza en las vidas como neblina
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Paula de Isabel Allende
Si pudiera permanecer inmóvil, sin hablar ni pensar, sin suplicar, llorar, recordar o esperar, si pudiera sumergirme en el silencio más completo, tal vez entonces podría oírte, hija.
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Paula de Isabel Allende
El tiempo transcurre muy lento. O tal vez el tiempo no pasa, sino que nosotros pasamos a través del tiempo.
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Cuentos de Eva Luna de Isabel Allende
Descubrieron la cabeza de la niña asomada en el lodazal, con los ojos abiertos, llamando sin voz. Tenía un nombre de Primera Comunión, Azucena. En aquel interminable cementerio, donde el olor de los muertos atraía a los buitres más remotos y donde los llantos de los huérfanos y los lamentos de los heridos llenaban el aire, esa muchacha obstinada en vivir se convirtió en el símbolo de la tragedia.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
Hijo mío, la Sata Madre Iglesia está a la derecha, pero Jesucristo siemore estuvo a la izquierda-le decía enigmáticamente entre sorbo y sorbo de vino de de misa con que celebraba las visitas de Pedro Tercero
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
El pasado y el futuro eran parte de la misma cosa y la realidad del presente era un caleidoscopio de espejos desordenados, donde todo podía ocurrir.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
Esto sirve para tranquilizarnos la conciencia, hija —explicaba a Blanca—. Pero no ayuda a los pobres. No necesitan caridad, sino justicia
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
Clara podía percibir el absurdo de la situación y describía en sus cuadernos el contraste entre su madre y sus amigas, con abrigos de piel y botas de gamuza, hablando de opresión, de igualdad y de derechos, a un grupo triste y resignado de trabajadoras, con sus toscos delantales de dril y las manos rojas por los sabañones. De la fábrica, las sufragistas se iban a la confitería de la Plaza de Armas a tomar té con pastelitos y comentar los progresos de la campaña, sin que esta distracción frívola las apartara ni un ápice de sus inflamados ideales.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
Debía contenerse para no entrar en abierta desobediencia con las instrucciones de sus superiores eclesiásticos, sacudidos por vientos de modernismo, que se oponían al cilicio y a la flagelación. Él era partidario de vencer las debilidades del alma con una buena azotaina de la carne.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
La tierra es lo único que queda cuando todo lo demás se acaba.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
Tío Jaime opinaba que la gente no lee lo que no le interesa, y si le interesa es que ya tiene madurez para hacerlo.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
Tenía la idea de que, al poner nombre a los problemas, estos se materializan y ya no es posible ignorarlos; en cambio, si se mantienen en el limbo de las palabras no dichas, pueden desaparecer solos, con el transcurso del tiempo.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
La magia, como la religión y la cocina, era un asunto propiamente femenino.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
Necesitan a un hombre para sentirse seguras y no se dan cuenta que lo único que hay que temer es a los mismos hombres.
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La casa de los espíritus de Isabel Allende
Clara habitaba un universo inventado para ella, protegida de las inclemencias de la vida, donde se confundían la verdad prosaica de las cosas materiales con la verdad tumultuosa de los sueños, donde no siempre funcionaban las leyes de la física o la lógica.
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¿En qué época está ambientada la obra?