La estrategia del pequinés: Edición de aniversario de Alexis Ravelo
A veces uno se imagina que el futuro es posible
|
La estrategia del pequinés: Edición de aniversario de Alexis Ravelo
A veces uno se imagina que el futuro es posible
|
La estrategia del pequinés: Edición de aniversario de Alexis Ravelo
Los españoles salen en ese momento. Son más ruidosos. Les cuesta divertirse sin testigos. Por eso se ríen más alto o sueltan algún gritito, para dejar claro que andan por allí, que están de vacaciones y tienen ganas de marcha
|
La estrategia del pequinés: Edición de aniversario de Alexis Ravelo
ora, Tito, el Rubio, Júnior. Todos ellos ahí, pensando que la vida sigue como siempre, sin saber que todo ca a cambiar de pronto, que en tan solo unos días la rabia y la sangre y el miedo y la muerte se habrán cernido sobre ellos, que ya nada volverá a ser igual
|
La estrategia del pequinés de Alexis Ravelo
justamente en ese instante, la escuchó suspirar, la sintió volverse hacia él y dar los buenos días de una forma que indicaba que en sus labios solo podía haber una sonrisa.
|
La estrategia del pequinés de Alexis Ravelo
Habló lentamente, como si las palabras fueran pesados bloques que acarreara uno a uno, edificando un muro que los separara a ambos del resto del mundo.
|
|
|
Un tío con una bolsa en la cabeza de Alexis Ravelo
El poder no corrompe. Al poder se llega ya corrompido. Corrupto hasta la médula. O desde la médula.
|
Un tío con una bolsa en la cabeza de Alexis Ravelo
No hay mayor tirano que un enano con el látigo en la mano. Eso solía decir el Viejo. Esto lo había leído o lo había sacado de una canción, no lo sé. El tipo o la tipa que no aprobaron los exámenes para policía y acabaron de seguratas, los auxiliares de clínica que no pudieron o no supieron ser enfermeros, el cabo chusquero, el peón de la cuadrilla al que le toca controlar el tráfico con un cartelito y unos conos en mitad de la carretera, la tía que quería ser jefa de negociado y ha acabado recogiendo documentación en el registro, el juez o la jueza que no consiguen ascender y siguen en la Audiencia Provincial, acumulando autos que no interesan a nadie hasta que un día les cae por turno un caso sonado con el que pueden lucirse y salir en el periódico, el calvo que pudo ser metre y no pasó de jefe de rango, la rubia teñida que estudió Economía y Finanzas, pero solo consiguió ser encargada de turno en ese supermercado de barrio. Esos, esas, están ahí esperando a que lleguen a la puerta que custodian, el hospital por el que se arrastran, el batallón donde sirven, la carretera que controlan, el registro donde vegetan, el juzgado en el que sojuzgan, el lado del comedor en el que lamen culos, el supermercado en el que se pudren. Esos son los enanos del látigo y el látigo está hecho de normas, de órdenes dictadas por otros, de reglamentos, de normativas, de leyes, de políticas de empresa.
+ Leer más |
Un tío con una bolsa en la cabeza de Alexis Ravelo
Siempre hemos tenido que llegar a pactos. Cada vez más gordos, más complicados. Por lo de la nueva política, por lo de la fuga de voto a los neoconcitos y a los de la nueva izquierda. Pijos unos, perroflautas otros, tocapelotas todos. Pero prefiero acuerdos con los neoconcitos : no dan la tabarra con guerras internas entre ellos y, siempre que haya disimulo, lo dejan hacer a uno. Lo que quieren es pillar, como hemos pillado todos de toda la vida de Dios.
|
Los nombres prestados de Alexis Ravelo
Todo eso está muy bien, y a Roco no le importaría hacerse mayor y envejecer allí, junto a ellos, al otro lado del jardín. Pero, a veces, camino del mirador o del barranco, cuando pasan ante la casa donde vivían juntos, se acuerda del amo y de su olor a tabaco y coñac y siente un sí es no es de nostalgia y se pregunta cuándo regresará.
|
Los días de mercurio de Alexis Ravelo
Sobre este escritorio y sobre la mesilla de noche había siempre novelas baratas de misterio, de gánsteres o del Oeste, que un cambista a domicilio me iba renovando cada quince días, con nuevas entregas del comisario Maigret, Perry Mason o los vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía. Yo las devoraba por las noches, cuando los rostros de los muertos se me aparecían para ahuyentar el sueño y las preguntas se encadenaban unas con otras para tramar una red en la que me quedaba atrapado. Entonces, aquellas noveluchas me ayudaban a no pensar. Si algo echo de menos es precisamente eso: poder comprar cien páginas de olvido por solo un duro. |
Los días de mercurio de Alexis Ravelo
(...) habría lo suficiente para conseguir documentación nueva para Pilar y para mí, pagarnos el viaje a Francia o a Italia y cambiar completamente de vida, lejos de este país de mierda, con sus uniformes grises, sus señoras con mantilla y rosario, sus cielos de mercurio en invierno y de fuego en verano.
|
Los días de mercurio de Alexis Ravelo
Supongo que lo que ocurrió no fue sino un paso más, acaso el último, en ese camino hacia el infortunio que fue toda su vida. Por eso no siento culpa ni remordimiento en las raras ocasiones en que me pregunto si yo podría haber hecho algo más por él.
|
Los días de mercurio de Alexis Ravelo
Pero mientras exista un bar en este país, nada podrá mantenerse en secreto.
|
|
Alexis Ravelo
Se iba anunciando el alba cuando despertó de una última pesadilla, trayéndose de ella el olor profundo de la sangre.
|
Los nombres prestados de Alexis Ravelo
Salieron a la calle y comenzaron a atravesar juntos el centro de la ciudad populosa, que, como el océano, ignoraba su capacidad para albergar monstruos.
|
Los nombres prestados de Alexis Ravelo
Los perros no tienen reloj. No saben lo que es el tiempo, acaso porque tampoco saben lo que es la muerte.
|
Los nombres prestados de Alexis Ravelo
El perro surgió del bosque y se plantó en medio del camino. El chico también se detuvo. Pasaron unos segundos en los que no ocurrió nada. Después, el perro abrió la boca y contrajo los carrillos hasta mostrar los dientes.
|
Gregorio Samsa es un ...