Los días de mercurio de Alexis Ravelo
Sobre este escritorio y sobre la mesilla de noche había siempre novelas baratas de misterio, de gánsteres o del Oeste, que un cambista a domicilio me iba renovando cada quince días, con nuevas entregas del comisario Maigret, Perry Mason o los vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía. Yo las devoraba por las noches, cuando los rostros de los muertos se me aparecían para ahuyentar el sueño y las preguntas se encadenaban unas con otras para tramar una red en la que me quedaba atrapado. Entonces, aquellas noveluchas me ayudaban a no pensar. Si algo echo de menos es precisamente eso: poder comprar cien páginas de olvido por solo un duro. |