El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

"....los recuerdos como todas las cosas buenas, son caros. Y nosotros fuimos siempre unos tacaños y preferimos siempre invertir en nosotros mismos antes que en recuerdos"

"Los ojos de mi madre lloraban dentro"

> Su sonrisa de tallos rotos.
El verde de sus ojos
Su blanco nimbo herido

Un cuerpo devorado por el cáncer y un cerebro enfermo. Ese verano nos destruímos más que nunca, y, sin embargo, nunca habíamos estado tan llenos de vida

Y ella quería un verano. Un último verano para vivirlo también ella como un cáncer rabioso. Un verano para morir viviendo hasta el final.

No te puede faltar lo que no has tenido jamás.

Le pregunté por qué había llevado todos esos años aquella estúpida cola de sirena y por qué no se había cortado el pelo como ahora. Mi madre habló una hora. Resumiendo, su respuesta fue que una decisión estúpida es producto de otra decisión estúpida. Una chaqueta fea y barata atrae más ropa fea y barata. Un sopapo perdonado acarreará un puñetazo y una mentira admitida se transformará en un cementerio de verdades. Su cola de sirena -que, por lo demás, sabía que disgustaba a todo el mundo- era el remate de su vida triste y sin sentido. Sin embargo, si hubiera cambiado solo eso, el resto hubiera resultado más evidente aún.

Si la muerte tuviera en cuenta la opinión de los demás, moriría mucha más gente adecuada.

Me acuerdo de mi madre todos los días.

“Sé que, si intentara olvidar las letras que forman parte de su nombre, su olor y su color, mi vida parecería una chaqueta devorada por las polillas.”