Habló durante casi una hora, parecía un libro, así que no me atreví a interrumpirla. Me había convertido, por fin, en su hijo, y ella, en madre.
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Habló durante casi una hora, parecía un libro, así que no me atreví a interrumpirla. Me había convertido, por fin, en su hijo, y ella, en madre.
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Me habría gustado meterle aquel amor por los ojos a puñetazos y decirle que se lo guardara para el otro mundo, en el que, si tenía suerte, conseguiría engatusar a alguien y convencerle de que era capaz de amar. Me habría gustado arrancarle en aquel segundo, con unas tenazas al rojo vivo, todos los cuentos no contados, todas las nanas no cantadas, todas las caricias en el pelo que me correspondían, pero que ella me había escamoteado como una roñosa.
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Esa mirada suya —que yo había esperado y mendigado toda mi infancia y por la que me habría desprendido voluntariamente de todo mi capital de niño ahorrador— la recibía ahora gratis. Mi madre, por fin, me la ofrecía en bandeja, sonriente y benévola, tal y como en los grandes almacenes unas guapas vendedoras ofrecen productos caducados a los ingenuos.
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Aquel año me autodestruí mucho más que el resto de los años y, sin embargo, nunca estuve más lleno de vida. Mi madre parecía una planta de interior sacada al balcón. Yo parecía un criminal lobotomizado. Éramos, por fin, una familia.
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Me costaba bromear con alguien con quien apenas había hablado en los últimos ocho años. Alguien que me había apartado de un puntapié como a un perro cuando yo estaba dispuesto a ser un perro solo por sus caricias.
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Lo odiaba porque podía ser cualquier cosa, pero seguía siendo él, sin ser falso y sin alejar a todos a los que había amado.
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Los ojos de mi madre eran campos de tallos rotos.
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Tal vez si hubiéramos vivido de otra manera. Si lo hubiéramos intentado y hubiéramos fingido más. Tal vez si lo hubiéramos sabido antes.
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No te puede faltar lo que no has tenido jamás. No puedes transformar un vacío en algo lleno si no crees.
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Y ella quería un verano. Un último verano para vivirlo también ella como un cáncer rabioso. Un verano para morir viviendo hasta el final.
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Gregorio Samsa es un ...