El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Esa mirada suya —que yo había esperado y mendigado toda mi infancia y por la que me habría desprendido voluntariamente de todo mi capital de niño ahorrador— la recibía ahora gratis. Mi madre, por fin, me la ofrecía en bandeja, sonriente y benévola, tal y como en los grandes almacenes unas guapas vendedoras ofrecen productos caducados a los ingenuos.
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