Nos devoró la niebla

Llevaba mucho tiempo tras la pista de Marina Tena Tena y no veía el momento de adentrarme en su escritura. Me decanté por una de sus novelas más conocidas, y, la verdad, me gustó bastante pero con sus peros. Os cuento.

La historia se ambienta en Fresneda, un pueblo donde los niños desaparecen, las antiguas leyendas se resisten a morir y nadie habla de la maldición que pesa sobre sus habitantes. Esta maldición recae con más fuerza en Claudia, la única superviviente de un grupo de niños que salió de excursión y se desvaneció en la niebla. Claudia no solo perdió a sus compañeros, también a su hermana gemela, que viajaba en ese autobús. Sin embargo, sigue notando su presencia que cada vez se va tornando más oscura.

Uno de los puntos que más disfrute fue la ambientación. Esa atmósfera que crea la autora, ese bosque que parece que tiene vida, esos personajes grises, tan grises como la niebla que pobla Fresneda. Esa maldición que todos conocen pero de la que nadie habla. Así como de la leyenda del silbador, un hombre que se guarece en el bosque y se lleva a los niños esperando encontrar a sus dos hijas.

El otro punto fuerte de la novela es cómo está escrita. Y es que Marina tiene una prosa muy lírica y poética, muy mágica. Me consiguió envolver con sus palabras, me inquietó con el folclore y las leyendas que nos narra y también me conmovió con algunas de sus reflexiones.

En general fue una lectura que disfruté y seguramente siga leyendo más de ella. Aún así tengo que admitir que no terminé de conectar del todo con ninguno de sus personajes ni con las relaciones entre ellos. En algunos puntos también sentía que la trama ya la había vivido en otros libros, resultándome esta poco original. Es mi opinión y las sensaciones que yo tuve. Como siempre todo esto es subjetivo y depende mucho del momento en que escojamos las lecturas, que a veces nos pueden gustar muchísimo y otras, sin embargo, no conectar tanto, como fue mi caso.

Esta es la historia de un pueblo sobre el que pesa una oscura maldición, de una chica que se quedó en casa el día que todos sus compañeros de clase iban de excursión…y nunca volvieron. de su vida después de eso. de la gente del pueblo, agobiada y secuestrada por su sufrimiento.

Resumen rápido: 𝗺𝗲 𝗵𝗮 𝗲𝗻𝗰𝗮𝗻𝘁𝗮𝗱𝗼.

Es una novela con una 𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲𝗻𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻 𝗶𝗻𝗰𝗿𝗲𝗶𝗯𝗹𝗲. Acompañamos a Claudia, la protagonista, en el sentido más literal de la expresión: la niebla te rodea mientras lees, notas la lluvia en el camino, ves el bosque, hueles la hierba. Y sientes el ambiente 𝗼𝗽𝗿𝗲𝘀𝗶𝘃𝗼 del pueblo y sus gentes, con sus silencios, sus miradas que dicen tanto.

La prosa de la autora es sencilla, pero cuidada, algo 𝗽𝗼𝗲𝘁𝗶𝗰𝗮. Y he de reconocer que evoca imágenes que dan justo en el clavo de lo que a mi, como lectora, me da 𝘁𝗲𝗿𝗿𝗼𝗿: escaleras y pasillos oscuros, noches de niebla y tormenta, espejos…En ocasiones el relato es 𝗲𝘀𝗰𝗮𝗹𝗼𝗳𝗿𝗶𝗮𝗻𝘁𝗲.

Pero además de una historia de misterio, es también la historia de una 𝗽𝗲𝗿𝗱𝗶𝗱𝗮, del 𝗱𝘂𝗲𝗹𝗼, de la 𝘀𝗼𝗹𝗲𝗱𝗮𝗱, de la incomprensión.

Yo sospechaba que me iba a gustar pero 𝗵𝗮 𝘀𝘂𝗽𝗲𝗿𝗮𝗱𝗼 𝗺𝗶𝘀 𝗲𝘅𝗽𝗲𝗰𝘁𝗮𝘁𝗶𝘃𝗮𝘀.

¿Cómo sería tu vida si fueses la única superviviente de un grupo de veinticinco niños que salió de excursión para nunca volver? ¿Cómo sería tu existencia si no solo murieron todos tus compañeros, sino también tu gemela? Imaginen lo que significaría crecer en un pueblo lleno de leyendas crueles y niebla, en la que las desapariciones se aceptan con resignación y sin hacer preguntas. Toca una nuevas dosis de terror en este #LeoAutorasOct: Nos devoró la niebla, de Marina Tena Tena. Una novela que los lleva a un remoto pueblo de montaña en el que sus habitantes son tan fríos como el más crudo de los inviernos y el bosque está lleno de secretos.

«Mi hermana desapareció la mañana en la que yo decidí odiarla. Ese día, lo único diferente era la niebla que se arrastraba sobre los tejados».

La novela nos cuenta la historia de Claudia, una joven de quince años que siempre ha vivido un Freznada. Un pueblo pequeño de la montaña lleno de leyendas, en la que todos los inviernos desaparecen personas. Ella sobrevive en un hogar sin amor, con unos padres tan destrozados por la pena que más que cuidarla la soportan porque no les queda más remedio. Su hogar se rompió cuando nuestra protagonista tenía diez años, el día en el que los veinticinco niños del pueblo subieron a un autobús para ir de excursión y nunca regresaron.

Entre los desaparecidos se encontraba Candela, la gemela de Claudia. Su otra mitad. Una niña que era más que su hermana o amiga. Era como si ella y Candela fuesen una sola persona, un alma en dos cuerpos. Siempre conectadas. Por ello haber perdido a su hermana no fue solo traumático, sino que también la hace sentir culpable. ¿Por qué únicamente Claudia sobrevivió? La fiebre le impidió ir a esa excursión y subir al autobús donde todos los demás desaparecieron, pero lo que debería ser una bendición, el estar viva, es una condena. Porque todos la miran con recelo en el pueblo, incluso en su propio hogar.

«En la vida real todas las historias acaban en muerte si las alargas lo suficiente».

Pero la existencia de Claudia se empieza a transformar cuando al pueblo llega una nueva familia. Una madre y sus tres hijos, entre ellos una chica de su edad llamada Sara. Una muchacha con una sonrisa afilada que hará que su mundo se tambalee. Que le ofrecerá su amistad y la obligará a buscar las respuestas a las que nuestra protagonista nunca se ha querido enfrentar. Porque la conexión que tenía con Candela no desapareció con su muerte. Aunque quizás lo que ahora está tratando de comunicarse con ella, eso que le impide verse en los espejos o dormir tranquila, tenga muy poco que ver con la niña a la que amaba.

Ir desentrañando los muchos secretos que esconde el pueblo es adictivo. La autora crea una atmósfera tan opresiva como real. En la que las leyendas, la culpa, los fantasmas y el miedo se juntan de manera espectacular. El libro viene acompañado por el relato Las hijas del Silbador, en el que se nos explica el origen de la leyenda que condena al pueblo de Freznada a esas desapariciones, y es simplemente sublime. La imaginación de Tena nos ofrece un cuento macabro y cruel que es el complemento perfecto para la novela.

«En una familia hueca, a mi hermana le sigo importando lo suficiente para arrastrarme con ella al infierno».

Leyendas, fantasmas, niebla, frío, crueldad, culpa… Nos devoró la niebla, de Marina Tena Tena es una novela deliciosamente escalofriante. Llena de fantasmas y leyendas aterradoras y de una sobreviviente ahogada y paralizada por la culpa de no haber desaparecido junto a su gemela y sus compañeros. Una novela inquietante y escrita con maestría, que además gira en torno a una leyenda propia tan original que me hizo cuestionar si estaba basada en algún mito real. Hay además una crítica a esas familias que son cárceles, a esos legados que parecen maldiciones. Si están buscando una novela con una atmósfera opresiva y muchos secretos tienen que darle una oportunidad.

¿Han leído Nos devoró la niebla? ¿Les llama la atención?
Enlace: https://inthenevernever.blog..

Comencé a leer este libro sin muchas pretensiones, con la única idea de leer alguna novela que me metiera de lleno en el otoño, en el misterio, y en una atmósfera acorde al samaín y a la noche de difuntos. Pero la realidad es que he llevado una sorpresa grandísima.

📚Claudia es la única superviviente de su edad en Fresneda, un pueblo sumido en la más honda tristeza desde que el autobús en el que viajaban todos los niños del pueblo en una excursión ha desaparecido para siempre en el bosque. El responsable? Una leyenda milenaria que está muy presente en la vida y en el día a día de la gente de Fresneda.

😍Me la encantó importancia que la autora le dá a los personajes y a su sentimientos. Haciendo para mí, de esta obra, una novela sobre todo intimista que nos habla de duelo, de culpabilidad, de supervivencia... La relación de Claudia con sus pades me ha parecido brutal, la culpabilidad del superviviente, del que queda, del que se ha salvado, un tema muy interesante en el que nunca me parara a pensar...

Si os gustan las novelas atomosféricas, de misterio, pero que no den miedo, esta es la vuestra!

Cuanto más leo a Marina Tena más me convenzo de que quiero devorar todo lo que escriba. Su prosa es bellísima, tiene un manejo de la tensión formidable y sus historias son siempre atmosféricas, intimistas y envolventes.

En Nos devoró la niebla nos adentramos en Fresneda, un pueblo de mala muerte cualquiera en una sierra española, con su propia leyenda de folclore popular, sus secretos a voces propios de las pequeñas comunidades y un alma fría y siniestra que te agarra con dedos húmedos, se te mete dentro y no te deja marchar.

La historia del pueblo, de la narradora y protagonista, Claudia, y de la desgracia que la marcó de niña, te atrapa sin remedio desde la primera página para contar una historia de culpas, de pérdidas y de anhelos. Una historia que resulta hermosa e inquietante al mismo tiempo, al igual que la niebla que la envuelve.

"Nos devoró la niebla" es la historia de un pueblo maldito, donde la niebla que trae el invierno se lleva a todos aquellos que puede atrapar y sus habitantes se han olvidado de querer a las personas que pueden perder. Nuestra protagonista consiguió librarse de desaparecer, pero a la vez nunca ha sido capaz de escapar de lo que parece su destino.

Y esta es la trama que sirve de "excusa" para que Marina Tena nos hable de una manera preciosa sobre la pérdida como un desgarro; la culpa como algo que te araña por dentro; el deseo por aquello que no crees posible pero que ansías igualmente: la sensación de pertenencia, de una compañía que sea refugio y a la que se la pueda llamar hogar.
Y, a pesar de que la trama y la leyenda que la mueve es inquietante, para mí lo que verdaderamente remueve por dentro es precisamente ese anhelo, la descripción detallada de una ausencia siempre presente y la tenue duda que no llega a ser esperanza sobre si será posible vivir y sentir de otra manera.

Y por eso creo que este libro es un escalofrío y también un abrazo.

Se me ha quedado un poco justito en algunos momentos por temas editoriales (corrección, sobre todo), pero si menciono esto es solo porque creo que la manera de mejorarlo es que nosotres, como lectoras, apoyemos siempre que podamos a las editoriales independientes para que puedan seguir publicando y lo hagan con más recursos (de tiempo y dinero). Y es que lo que escribe Marina vale bastante la pena, y lo que Insólita publica en general también. Si no los tenéis fichados, os animo a echar un vistazo.
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Cuando leo un libro, suelo tomar notas que repaso brevemente antes de hacer una reseña. Las de este no las he encontrado y me ha entristecido al principio, porque os hubiese querido hacer una reseña a la altura de esta historia. Pero después de pensarlo, creo que no tomé notas esta vez porque me gustó tanto que no quiero recordarlo, tan solo temblar al revivir el viaje al pueblo de Fresneda. Tal vez mis apuntes los devoró la niebla. Tal vez los guarde Candela, donde quiera que esté.

Es una sensación extraña que, cada vez que intento escribir o hablar sobre este libro, sea como recitar en silencio una liturgia del escalofrío, esperando a que el Silbador me lleve con él. En Fresneda conoceréis la historia de Claudia y su gemela, y de cómo hay lazos que perviven mucho más allá de la muerte. Una historia de supervivencia personal, de cómo enfrentarse a esas situaciones inevitables que nos anclan los pies y nos atenazan el cuerpo entero. No hay peor miedo que el miedo a vivir, a aceptar los cambios y despedirse de todo lo que amamos, aunque el horizonte esté cargado de promesas y
esperanza. Hay libros que tocan notas de nuestro corazón que habíamos olvidado, este para mí es uno de esos libros especiales. Tanto, que creo que no me lo merezco. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que sonrío y lloro al mismo tiempo reseñando. No me avergüenza confesaros que esta es una de ellas.

Cuidado con la niebla, me escribió Marina en la dedicatoria, tal vez sin saber que vivir en esa niebla, aislados, rodeados de incomprensión, es un lugar al que algunos estamos habituados. Volver con ella, lo ha hecho más llevadero.

Hay muchos tipos de historias, pero las que de verdad valen la pena son aquellas que, como el rastro amarillo de los lirios, se quedan entre las uñas después de dejarlos en el cementerio y pasan días antes de que desaparezca. Es mejor así. Es mejor que todo duela un poco más. Esas son las historias que nos acompañan para siempre, sin la necesidad de tener que revisar notas