Cuanto más leo a Marina Tena más me convenzo de que quiero devorar todo lo que escriba. Su prosa es bellísima, tiene un manejo de la tensión formidable y sus historias son siempre atmosféricas, intimistas y envolventes. En Nos devoró la niebla nos adentramos en Fresneda, un pueblo de mala muerte cualquiera en una sierra española, con su propia leyenda de folclore popular, sus secretos a voces propios de las pequeñas comunidades y un alma fría y siniestra que te agarra con dedos húmedos, se te mete dentro y no te deja marchar. La historia del pueblo, de la narradora y protagonista, Claudia, y de la desgracia que la marcó de niña, te atrapa sin remedio desde la primera página para contar una historia de culpas, de pérdidas y de anhelos. Una historia que resulta hermosa e inquietante al mismo tiempo, al igual que la niebla que la envuelve. |