Mi hermana desapareció la mañana en la que yo decidí odiarla. Ese día, lo único diferente era la niebla que se arrastraba sobre los tejados. Los árboles atravesaban el vientre de las nubes con uñas astilladas de corteza oscura. El cristal de la ventana estaba frío contra mi frente. El mundo se emborronaba entre los jirones de bruma y mis propias lágrimas.
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