Puede que todos tengamos que salir de nuestras propias tumbas para volver a vivir.
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Puede que todos tengamos que salir de nuestras propias tumbas para volver a vivir.
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He sido yo quien la ha mantenido a mi lado, quien no quería vivir sin ella. Necesitaba que se quedara a mi lado por mucho que me asustara.
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—Los muertos no corren mucho, Claudia. Lo que pasa es que no nos damos cuenta de que somos nosotros los que los arrastramos.
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Es la presión más suave y más poderosa del mundo. Una explosión en la sangre y un terremoto en los huesos. Nada existe, nada más puede existir en el mundo. Sara devora el universo y llena el vacío, me hace arder entre las cuatro letras que logran atrapar su nombre pero no a ella, porque es imposible abarcar su esencia. No hay límites capaces de contenerla. Sara puede destrozar el universo o hacerlo vibrar con un solo gesto. Con un solo beso.
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Estoy convencida de que no hay (no puede haber) nadie en todo el mundo con unos ojos tan profundos. Le caben todas las estrellas. Todos los secretos. Todas las sombras.
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— [...] Cuéntame las leyendas. —¿Cuáles? —pregunto con un hilo de voz. —Las que te asusten. En las que creas. —Se sopla las uñas y alza esos ojos tan profundos—. Prometo que te voy a tomar en serio. |
Son unos labios bonitos solo porque son los de Sara.
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De todas formas es extraño. —¿El tiempo? —No, que no se haya acercado ningún padre a por sus hijos con este día tan malo. |
Por un rato somos solo Sara y yo. Y ojalá hubiera alguna forma de detener aquí el tiempo. |
En las series de televisión muchos chicos van pedaleando a la escuela. No sé si es una americanada o algo que de verdad hacen en otros sitios. A lo mejor es algo que se han inventado para esa gente irreal y perfecta de las novelas.
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Es un cuerpo creado a partir de la unión de distintas partes de cadáveres diseccionados, escrito por Mary Shelley a partir del reto literario de Lord Byron.