El elogio de la sombra

Poco a poco estoy intentando adentrarme en la literatura japonesa por lo que cuando mi gran amiga (y cuñada) Laura me dijo que tenía este librito me lo prestó, porque sabe que aunque yo en casa tengo miles de libros por leer, siempre necesito más.

Desde que me lo prestó he tardado bastante en leerlo, y eso que se lee en un suspiro, porque siempre hay compromisos y lecturas que se cuelan en la lista de pendientes.

Este breve ensayo contiene las reflexiones y pensamientos de Tanizaki sobre el gusto japonés por los espacios donde dominan las sombras. Gusto que se ve reflejado en su arquitectura, la disposición de puertas y ventanas, la decoración y los materiales utilizados.

Hay que tener en cuenta que esta obra se escribió en los años treinta del siglo pasado, por lo que aún Japón se encontraba inmerso en el proceso de occidentalización, por decirlo de alguna forma, y es algo que pone mucho de relieve el autor en esta obra, ya que realiza continuas comparaciones con los gustos occidentales y japoneses, y aunque no elogia precisamente lo occidental, si reconoce sus avances y pragmatismo, pero sin dejar de poner en valor las tradiciones y costumbres japonesas. Por eso El elogio de las sombras es un canto a tiempos pasados, donde la búsqueda de la belleza era lo que motivaba todo.

Está escrito de una forma muy poética, pero sin llegar a ser abrumadora, y se entiende muy bien, con un lenguaje claro pero bello, lo que el autor quería transmitir al escribir este ensayo.

Merece mucho la pena dedicar un rato a su lectura. Muy recomendable, sobre todo para los amantes de la cultural oriental.

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Tanizaki aprovecha este minúsculo ensayo para dar una lección sobre como describir la "manera de hacer" de Oriente que tanto se admira en Occidente. Hace un repaso y habla de teatro (kabuki), gastronomía, iluminación, templos... Dos formas de entender la vida, supongo, donde el brillo que tanto gusta a este lado del mundo, se enfrenta a la oscuridad, a la sombra de la que tanto se enorgullece el sentir oriental. La opulencia occidental frente a la ¿sencillez, pulcritud, austeridad oriental? Los japoneses aman el desgaste, el contacto de las manos , el roce aplicado siempre en los mismos lugares de las páginas de un libro; occidente en cambio ama todo lo nuevo, lo que brilla, ¿lo que no tiene personalidad? Sería interesante preguntarse qué habría sido de Japón si no hubiera existido la etapa de apertura (periodo Meiji) al mundo. El autor se queja, al final del libro, por la irreversible occidentalización a la que se vio sometida Japón , quería de algún modo escribir sobre ello para ser consciente de que hubiera un modo de resarcimiento en las artes, en la literatura, pero a mí no se me ocurre mayor compensación que haber convertido la cultura japonesa en referente de la elegancia y la exquisitez, Tanizaki se sentiría orgulloso de cómo la cultura de su país triunfa en todo el mundo con su peculiar estilo.

A riesgo de volver a dejarme llevar por los prejuicios (e incluso no tener en cuenta ciertas variables), creo que cada vez puedo afirmar con más fuerza que los escritores japoneses no son para mí; o al menos no algunos.

Sí que he leído y disfrutado a Ishiguro o a Akiyuki Nosaka, pero sin embargo: Sōseki, Naoya Shiga… y ahora Tanizaki, se me han hecho poco agradables e incluso pesados.

¿Puede ser el estilo, los temas, las formas…? Quizá un poco de todo. O quizá es que me esperaba algo distinto de El elogio de la sombra.

Considerado como uno de los ensayos más influyentes del siglo XX y sabiendo precisamente mi reticencia a este tipo de autores, creí que huyendo de la ficción me encontraría más cómoda.

El argumentario del texto es el contraste entre la sociedad occidental y la oriental, concretamente cómo los japoneses, desde lo antiguo, han proyectado la sombra y la oscuridad en su arquitectura, sus objetos e incluso en su piel. Hasta aquí es fácil pensar que es una lectura interesante.

Pero me costó mucho avanzar en las partes del texto que hablaban de la construcción de los hogares tradicionales japoneses (la parte de los váteres y de los lacados, el jade y demás… es una prueba de paciencia que ni el santo Job) y de cómo la incidencia de la luz y los espacios de tinieblas en templos, teatros y restaurantes ha acercado más que nunca a Japón a la blancura y luminosidad occidental.

Entiendo el motivo del libro, ya que en cierto modo es una revalorización del autor por lo tradicional, en el sentido de aquello que define el ser japonés y cómo esto está cambiando por esa búsqueda de progreso e inconformismo que, a su vez, define a Occidente.

Tengo que ser justa y decir que conforme se acercaban las últimas páginas y la temática viró a hablar del (invisible y discreto) papel de la mujer japonesa y a aspectos más ligados a lo contemporáneo, suspiré de alivio al poder empezar a interesarme por lo que contó Tanizaki y no estar desesperadamente ansiando el último punto.

¿Y a vosotros/as? ¿Os gusta la literatura japonesa?
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“La sombra nos muestra que a veces la belleza está en los detalles más pequeños y que la combinación de luces y sombras es la clave para crear algo único.”

Tanizaki plasma en este ensayo los diferentes modos de mirar y de entender la belleza. Recrea la importancia de ese equilibrio en la creación de una cultura.

Sombras y luces en la vida cotidiana, en la música, en la comida Y, como no, en los espacios arquitectónicos.
Una cultura por la que siento una creciente fascinación.

A medida que leemos, el autor nos invita a reflexionar.
Nos admetramos en el concepto de luz partiendo de la aceptación de lo imperfecto, la sombra, la cual, nos proporciona esa intimidad que nos permite aislarnos, recargarnos y nos conecta con nosotros mismos. Nos integramos a través de una contemplación silenciosa.
Va surgiendo en esa intimidad la idea de esa belleza que se esconde tras la penumbra.
Si lo llevamos al terreno personal bien sabido es que dentro de cada oscuridad siempre acaba brillando la luz. La vida va mas allá de lo que se puede ver a simple vista
La sombra es un simple reflejo de la proyeccion de la luz
La luz siempre completará a la sombra.

En tan solo 90 páginas hay un sin fin de ejemplos de belleza que nacen de la oscuridad.
Hay que tener en cuenta cuando se escribio este libro ya que algunas de sus apreciaciónes pueden resultar cuanto menos “chocantes”

El término “belleza” me aparece en muchos libros que para mi son esenciales. @Jesus terres aboga por Buscar belleza «La belleza no juzga ni promete. Sencillamente es.» y @pablo por dejar belleza en el mundo. «todas las personas atesoran una gran belleza y es esencial compartirla» Han Kang sin embargo aboga siempre «Hay que atravesar esa parte oscura para ver la luz»
Para mi son referentes.
Este es un viaje que busca y deja belleza marcando una cultura preocupada por los detalles y la armonía y que a su vez subraya las conductas de sus habitantes, su forma de vida en un mundo en constante transformación.
Buscar belleza, en cualquier ámbito, y dejar belleza en el mundo es y será siempre una actitud, será ser fiel a ti mismo desde tu verdad.

Este ensayo nos permite conocer un poco de distintos aspectos de la cultura japonesa, como formas de teatro, formas de vestir, maquillaje, decoración, arquitectura, etc
Pero principalmente nos muestra como cosas similares son percibidas de manera distinta tanto en Occidente como en Oriente.
Sobre todo desde el punto de vista estético. Es en este aspecto en que el autor pone más hincapié, el autor enfatiza que así como en Occidente para dar belleza a los objetos se los ilumina y hay una marcada utilización de la luz, en cambio en Oriente se busca la belleza con la utilización de luces y sombras, incluso muchas veces ocultando los objetos en la penumbra, que las sombras no ocultan la belleza de los objetos, si no al contrario la realzan e incluso es parte de su belleza estética.
El autor también se refiere a como Japón va perdiendo tradiciones y va asumiendo costumbres occidentales. Sobre todo como el "progreso" de Occidente va invadiendo costumbres y tradiciones de su país.

Sin duda uno se queda de todas las lecturas con aquello que más pueda nutrirle… en este caso, me ha resultado interesante el análisis acerca de las contrapuestas visiones que tenemos en Oriente y Occidente sobre la luz y las sombras en nuestra vida práctica y cotidiana, contrastando las perspectivas a este respecto, que se extienden también a otros contextos. El autor reflexiona acerca de la forma en que la cultura oriental en general y la japonesa en particular, ha mirado a Occidente, debatiéndose entre dar continuidad a su propia idiosincrasia en la toma de decisiones práctica o asumir un tipo de decisiones adoptadas en y para unos contextos más acordes con otras formas de ver la vida y de actuar sobre ella. La cuestión de la identidad y del progreso sobrevuelan todo el ensayo, algo me ha atraído especialmente.
En esta lectura se ha manifestado una simbólica « sombra » (no lo he podido evitar) al hablarse del papel de una mujer literalmente invisibilizada, sin contextualización ni reflexión alguna…

De la casa de mi infancia hay una cosa que recuerdo con nitidez –palabra nunca mejor usada– y que nunca me convenció: encender la luz del techo para ver la televisión. Cuando, tras la cena, habitualmente en la cocina, yo iba la primera al sofá, encendía una lamparita lateral o ponía la luz del comedor, un poco más alejado, y en cualquiera de los dos casos, la luz era indirecta. Pero cuando llegaban los demás, cambiaban cualquiera de esas luces a la del techo del salón. Yo sentía que si la televisión tenía su propia luz, esto era contraproducente. Era demasiada luz.
Hoy, en mi casa, la luz del techo está rara vez encendida (salvo en el baño o en la cocina). La luz es cálida y difusa, alejada de la vista: ilumina pero no resplandece.

Otra cosa que no me gustan mucho son los brillos. Soy muy poco urraca. Si se trata de objetos, siempre me ha gustado más la plata envejecida, los metales apagados, las piedras que no destellan.
Volviendo a las casas, no entiendo esta moda de la gente con mucho dinero y poco gusto personal que decoran en tonos impolutos, en gamas frías y claras, con sensación de estar en un hotel, más que en un hogar.

De todo esto va El elogio de la sombra. Solo que comparando luces y sombras entre Oriente y Occidente. Porque mientras que los chinos, japoneses o coreanos viven en casas ideadas para la penumbra (techos amplios, puertas de papel translúcida, baños de madera, objetos ligeramente iluminados en puntos concretos), las casas occidentales son todo lo contrario: grandes ventanales, azulejos y muebles blancos, mucha iluminación artificial.

No diría que es un ensayo como tal, sino una reflexión que plantea la busqueda de la sombra allí contra su eliminación aquí.
Esta reflexión se vuelve retrógrada/misógina al hablar de la mujer: cómo se justifica en la búsqueda de la sombra que la mujer oriental estuviera anulada en sociedad –encerrada en casa, muy tapada en el vestir para que solo reluzca la blancura de su cara (y por ello tradicionalmente sin cejas y con los dientes negros)– sin analizar más profundamente de dónde vienen esas costumbres. Pero salvo por este punto, me ha parecido un libro interesante, y que me da la razón desde mi niñez *miradita de autosuficiencia*.

En este breve ensayo, escrito en 1933, el escritor Tanizaki nos introduce en la cultura japonesa desde el asombroso punto de vista de la sombra, lo tenue, lo difuso, la penumbra. Desde esta perspectiva nos habla de la casa japonesa, de las lacas y de los vestidos, del teatro y de la gastronomía del Japón. Una obra que complementa maravillosamente el estudio del arquitecto alemán Bruno Taut, La casa y la vida japonesas, escrito en 1936, pues las dos constituyen una buena introducción a la cultura japonesa