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Crítica de abooksplace


abooksplace
21 June 2023
De la casa de mi infancia hay una cosa que recuerdo con nitidez –palabra nunca mejor usada– y que nunca me convenció: encender la luz del techo para ver la televisión. Cuando, tras la cena, habitualmente en la cocina, yo iba la primera al sofá, encendía una lamparita lateral o ponía la luz del comedor, un poco más alejado, y en cualquiera de los dos casos, la luz era indirecta. Pero cuando llegaban los demás, cambiaban cualquiera de esas luces a la del techo del salón. Yo sentía que si la televisión tenía su propia luz, esto era contraproducente. Era demasiada luz.
Hoy, en mi casa, la luz del techo está rara vez encendida (salvo en el baño o en la cocina). La luz es cálida y difusa, alejada de la vista: ilumina pero no resplandece.

Otra cosa que no me gustan mucho son los brillos. Soy muy poco urraca. Si se trata de objetos, siempre me ha gustado más la plata envejecida, los metales apagados, las piedras que no destellan.
Volviendo a las casas, no entiendo esta moda de la gente con mucho dinero y poco gusto personal que decoran en tonos impolutos, en gamas frías y claras, con sensación de estar en un hotel, más que en un hogar.

De todo esto va El elogio de la sombra. Solo que comparando luces y sombras entre Oriente y Occidente. Porque mientras que los chinos, japoneses o coreanos viven en casas ideadas para la penumbra (techos amplios, puertas de papel translúcida, baños de madera, objetos ligeramente iluminados en puntos concretos), las casas occidentales son todo lo contrario: grandes ventanales, azulejos y muebles blancos, mucha iluminación artificial.

No diría que es un ensayo como tal, sino una reflexión que plantea la busqueda de la sombra allí contra su eliminación aquí.
Esta reflexión se vuelve retrógrada/misógina al hablar de la mujer: cómo se justifica en la búsqueda de la sombra que la mujer oriental estuviera anulada en sociedad –encerrada en casa, muy tapada en el vestir para que solo reluzca la blancura de su cara (y por ello tradicionalmente sin cejas y con los dientes negros)– sin analizar más profundamente de dónde vienen esas costumbres. Pero salvo por este punto, me ha parecido un libro interesante, y que me da la razón desde mi niñez *miradita de autosuficiencia*.
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