Hasta la fecha no conocía a
Elizabeth Strout y, aunque me dé hasta vergüenza decirlo, no sabía quién era la autora ni que había ganado el Pulitzer. Sin embargo, cuando Babelio y las editoriales (entre ellas, Duomo ediciones) organizaron la Masa Crítica, la portada y la sinopsis de
Luz de febrero me llamaron la atención enseguida y me dio la impresión de que este libro sería diferente, especial y así es.
La protagonista,
Olive Kitteridge, es una arisca profesora jubilada que vive en un pueblecito costero de Maine y que sirve de enlace entre nosotros, los lectores, y los habitantes de Crosby ya que, a través de 13 historias, se nos presenta a los vecinos de Olive de un modo original y natural, sin emplear una narración lineal al uso.
Olive es una mujer de carácter, borde como ella sola y que emplea su inteligencia y vivo genio como escudo. Es viuda y no tiene una buena relación con su hijo ni con la familia de este.
Posiblemente, debido a su aguerrida personalidad, Olive no caerá bien a todo el mundo, pero a mí me ha parecido una protagonista fabulosa y, de hecho, ya aparecía en un libro anterior de la autora norteamericana titulado precisamente como ella:
Olive Kitteridge. Cuando empecé la lectura de
Luz de febrero no lo sabía, sin embargo,
Elizabeth Strout nos proporciona datos suficientes para que no nos perdamos y poder leer esta historia de forma independiente.
Luz de febrero es como un puzle en el que el lector reconstruye la trama con las pinceladas que la autora estadounidense nos da, con Olive como referencia, y eso me ha parecido uno de los puntos fuertes del libro.
Entre mis personajes favoritos, por supuesto, destaca Jack, sobre todo por el contraste que hay entre él y Olive, y porque son como las dos caras de una misma moneda. Tienen muchas cosas en común y, al mismo tiempo, son tan distintos...
La sensibilidad y el realismo son dos de los rasgos más característicos de
Luz de febrero ya que en sus páginas se habla de lo que supone envejecer, algo natural que puede resultar aterrador por las consecuencias que entraña. Y, en esta obra,
Elizabeth Strout se centra de ello, con todo lo que eso supone; como la vida misma.