Siega

Estudiarán Historia, a los grandes filósofos, Ciencia... Entenderán la naturaleza de la vida y lo que significa ser humanos antes de recibir el encargo permanente de arrebatarla.

No había línea divisoria ni red, nada para mantenerlos separados más que el muro de su voluntad. Sin embargo, el muro no dejaba de perder ladrillos.

– Me alegro de verte, Citra, pero también me duele. Duele mucho, y no sé qué hacer al respecto.

Se dio cuenta de que le había tocado la fibra sensible cuando empezaron a brillarle los ojos por las lágrimas que procuró reprimir parpadeando.

– Lo sé. Y odio que tenga que ser así.

– Te quiero.
– Lo mismo digo —respondió ella—. Ahora, lárgate.

Como lo cierto era que no había nada a lo que aspirar, la vida se basaba en el mantenimiento. El mantenimiento eterno.

Con el tiempo acabó por reconocer que le satisfacía pasar las páginas y que cerrar un libro de golpe podía ser catártico.

Resultaba asombroso que antes la gente supiera lo que era ser mortal, temer por su vida todos los días, saber que la muerte era una certeza y no una excepción.

La lluvia por fin empezó a caer a trompicones.
– Me encanta cómo llueve aquí —comentó él—. Me recuerda que algunas fuerzas de la naturaleza jamás se someten por completo. Son eternas, que es mucho mejor que ser inmortal.

Era tan desmoralizador como alentador saber que la vida seguiría sin ella, y se le ocurrió que ser una segadora era como convertirse en una muerta viviente: en el mundo, pero apartada.

No me he enamorado de ti. Y quiero que siga siendo así.