Hemos olvidado que no estamos solos en este mundo, que el ombligo del mundo no somos. Cómo hartos, tontos y vagos carasios nadando en un tanque encenagado, no creíamos en la existencia de los lucios. Hemos permitido que nuestro mundo, como un estanque, se embarrada, se empantanara y se pudiera. [...] En vez de vivir tal y como la naturaleza nos ordena, nos lanzamos a destruir la propia naturaleza. ¿Y qué tenemos? Un aire envenenado por la fetidez de las chimeneas de las forjas, ríos y regatos mancillados por mataderos y tenerías, bosques talados sin pensárselo dos veces...
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