La sangre de los elfos de Andrzej Sapkowski
Entonces siempre había algo en el ambiente. Mi marido pensaba en cómo hacerse con otra cortesana. El mariscal andaba haciendo chanchullos para comenzar una guerra en la que se hiciera famoso. El hechicero se imaginaba que era rey. El servicio no tenia ganas de servir, el bufón era triste, siniestro y terriblemente aburrido, los perros aullaban de melancolía, y los gatos dormían, sin importarles un pimiento los ratones que corrían por encima de las mesas. Todos esperaban a algo. Todos me miraban de reojo. Y yo… Y yo entonces… Les enseñé. Les enseñé a todos de lo que era capaz, de tal modo que hasta las murallas temblaron y los osos de los alrededores se despertaron en sus cuevas
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