El destino suele estar a la vuelta de la esquina. Pero lo que no hace es visitas a domicilio. Hay que ir a por él.
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El destino suele estar a la vuelta de la esquina. Pero lo que no hace es visitas a domicilio. Hay que ir a por él.
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Nunca te fíes de nadie, especialmente de la gente a la que admiras. Ésos son los que te pegarán las peores puñaladas.»
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La gente se complica la vida, como si no fuera suficientemente complicada.
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Por una mujer así, cualquiera pierde el sentido común.
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Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas.
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Nos miramos en la penumbra, buscando palabras que no existían. Aquélla fue la primera vez en que me di cuenta de que mi padre envejecía y de que sus ojos, ojos de niebla y de pérdida, siempre miraban atrás.
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Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte.
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En una ocasión oí comentar a un cliente habitual en la librería de mi padre que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan toda la vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano -no importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos, cuánto aprendamos u olvidemos-, vamos a regresar.
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A él le hubiera gustado saber que alguien le quería mantener vivo, que le recordaba. El solía decir que existimos mientras alguien nos recuerda.
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Alguien dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre.
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¿Quién es autor del libro?