Tan solo es necesario que unos ojos no se abran aunque supliques hasta perder la voz para que la realidad te ponga un ejemplo practico de como un segundo es capaz de cambiar la existencia de una persona de manera irremediable
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Tan solo es necesario que unos ojos no se abran aunque supliques hasta perder la voz para que la realidad te ponga un ejemplo practico de como un segundo es capaz de cambiar la existencia de una persona de manera irremediable
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una idea grabada a fuego en nuestra piel que se desvanece en el preciso instante en el que nos situamos en el centro del huracan para enseñarnos una cicatrices que nos acompañaran hasta el final de nuestros dias.
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“A veces las grandes verdades de esta vida están basadas en sensaciones que no tienen sentido alguno, que simplemente sabes que son ciertas por cómo se eriza tu piel”.
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A veces es necesario romperse en mil pedazos para poder reconstruirse en una figura nueva.
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Todas las personas tienen problemas, incluso las que se empeñan en remarcar una y otra vez lo perfecta que es su insignificante existencia. Y todos y cada uno de ellos tratan de focalizar su rabia, sus demonios internos, sin pagar ese resentimiento irracional contra aquellos que le rodean o la tarea de sobrevivir sería insufrible.
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Días. Momentos. Segundos. Nos creemos invencibles. Pensamos a largo plazo. En ocasiones nuestra cabeza vaga más en el futuro que en el presente. No nos damos cuenta de que son los pequeños instantes, los insignificantes, los que marcan el resto de nuestra existencia.
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Siempre he tenido una teoría. Tal vez sea una tontería, pero para mi es completamente cierta. Una de esas verdades del corazón. Pienso que cuando dos personas que se quieren se despiden y cada una toma una dirección, no pueden resistirse y, en el último segundo, se dan la vuelta para observar una vez más a la otra persona, como si la fuerza magnética de los propios sentimientos tomase el control y no lo pudiese evitar. Lo hice temerosa de toparme con la silueta de su espalda alejándose. Me encontré con sus ojos negros. Los dos nos habíamos girado. La señal. Nueva York volvía a sonar a hogar. |
Dos gotas de agua que habían viajado por un cristal, distorsionándose hasta encontrarse de nuevo.
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Amar es dejar de ser egoísta, vivir a través de otra persona, de modo que lo único que te interese es que esté bien porque es la única manera de que tú compartas su mismo destino.
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Hay acontecimientos que nos lanzan de lleno al cielo y otros que nos entierran en un infierno del que, por más te esfuerces resulta prácticamente imposible salir, hasta que unas menos tiran de ti
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¿Quién escribió la saga?