Madrugada

Lima del caos, Perú del arrebato nocturno, Lima de la violencia, Perú de los perdedores, Lima del machismo, Perú de la supervivencia. Daniel Ríos, padre cantante aficionado. Trinidad Ríos, hija, madre fallecida. 30 años de silencio y distancia. Una enfermedad. Una cura. Un encuentro.
El escritor limeño Gustavo Rodríguez (n. 1968) publica su séptima novela, Madrugada, en el sello editorial Alfaguara, una “tragicomedia feroz” en la jungla urbana limeña, una entretenida novela coral donde la galería de personajes toma la voz narradora sin evaluaciones morales, aunque hay dos personajes con más peso que el resto, Trinidad Ríos y su padre Daniel. La luchadora Trinidad, una superviviente en una sociedad agresiva y deshumanizada, necesita encontrar a su padre y llevar a cabo un trasplante, que le salve de su contaminación por mercurio, quiere dejar de ser desgraciada, dejar atrás el sufrimiento cotidiano, la soledad y el abuso y no respirar más la viciada atmósfera del prejuicio. Rodríguez plantea la incógnita del reencuentro entre hija y padre al inicio para dejar al lector en vilo y poder desarrollar los caracteres de los personajes sin que decaiga la lectura.
Una de las características de la novela es el humor, que sostiene la dureza de algunas situaciones y las hace más llevaderas para el lector, porque estamos en una Lima efervescente, injusta y rencorosa, donde la crueldad campa a sus anchas y solo el humor lo neutraliza. Rodríguez alarga el nudo del argumento, porque sobre la donación del órgano sanador se ciernen dudas y así consigue interesar al lector con una historia cruda, que se digiere con las citadas dosis de humor y una estructura acertada. El autor de la furia de Aquiles (Alfaguara, 2001) y La risa de tu madre (Alfaguara, 2003) demuestra un dominio de la adjetivación y de los diálogos ágiles, sigue los patrones del best seller y utiliza la prolepsis cuando la tensión narrativa decrece. Según Jorge Luis Borges, “plena eficacia y plena invisibilidad serían las dos perfecciones de cualquier estilo” y Rodríguez lo logra. El narrador limeño, que domina el tornasolado mundo de las creaciones novelescas, alambica y depura el material del flujo vivo de la amarga realidad peruana y lo convierte en esta narración, que se lee con gusto, aunque no vaya a dejar huella en el interior del lector.
Conrad, en el prólogo a El negro del Narcissus, sostiene que “la tarea que intento llevar a cabo mediante el poder de la palabra escrita es haceros oír, haceros sentir, haceros, sobre todo, ver” y vemos, oímos y sentimos por medio de Daniel y Trinidad fundamentalmente. Hay un contraste entre la familia acomodada Ríos y la vida de Trinidad, quien debe pelear a diario para sacar adelante su humilde negocio y no verse devorada por la jauría crematística de la urbe peruana. Daniel es un hombre de vida amorosa disoluta y desperdigada, aunque esté unido a Zoila, todo lo contrario que Trinidad. Es el envés y el haz de una realidad ficcionalizada.
Daniel Ríos, el cantante Danny de los Ríos es un personaje entrañable, que busca alcanzar la gloria en un programa de imitadores, pero el futuro le depara una sorpresa. Todo lo que nos rodea se llena de sentido solo cuando proyectamos en ello nuestras ilusiones, pero también nuestras incertidumbres y eso le pasa a Daniel. La próxima vez que usted visite Perú quizá se cruce en la calle con Trinidad Ríos.

Me ha costado bastante meterme en la narración de esta historia. Ha sido a partir de la segunda mitad del libro cuando he empezado a disfrutar verdaderamente de lo que contaba el autor. A ratos sentía que algunos personajes sobraban, algo que me sacaba a menudo de la lectura y de lo que me fui dando cuenta a medida que la trama avanzaba, pues estos personajes parecían no aportar mucho. Creo que esperaba encontrar otro tipo de historia, más enfocada quizás en lo que creía sería la trama principal, esto es, la relación padre-hija. Creo que el autor trata este tema de manera algo superficial, sin profundizar demasiado en las sensaciones y emociones que suponen encontrar a tu padre, al que nunca has conocido, después de años de sufrimiento y soledad. Me ha faltado mucha más emotividad en escenas que así lo requerían.

Me quedo con un sabor agridulce tras la lectura, porque si bien lo he disfrutado, creo que podría haber sido mucho más interesante. Rescato sobretodo la presencia de personajes como Tiffany, quien en mi opinión podría haber tenido algo más de protagonismo, al ser uno de los pocos personajes con trasfondo feminista de la novela.

Tenía “Madrugada” de @alfaguaraes esperándome desde hacía meses, pero, durante las últimas semanas, la presencia de la silueta iluminada por luces de neón de su portada me resultaba cada vez más atractiva. Así que, como una polilla atraída por la luz, por fin he encontrado el momento para sumergirme entre sus páginas y trasladarme a Perú, país natal de su autor y donde transcurre la historia.

La novela cuenta la historia de Trinidad, una joven de treinta años que ha sobrevivido sola al quedarse huérfana cuando era muy pequeña. Una enfermedad que va consumiendo su cuerpo día tras día ha hecho que decida ponerse en contacto con su desconocido padre, ya que necesita un trasplante para sobrevivir. Y aquí en cuando entra en escena -y nunca mejor dicho- Danny de los Ríos, un cantante de versiones de los Bee Gees, que, a punto de encontrar la esperada y efímera fama, y cuyo reencuentro con su hija perdida le desestabilizará y le generará muchas dudas.

Pese a su prosa llena de ironía y musicalidad, “Madrugada” nos traslada a la realidad de un país donde el machismo, la violencia y el racismo están tan al día como las canciones de los Bee Gees. El viaje de Trinidad a través de los años y las distintas regiones de Perú para sobrevivir se convierte también en un viaje a través de los prejuicios, las tristezas e inseguridad que puede generar sentirse en tierra de nadie.

Aunque no es una historia en la que haya entrado con facilidad, con sus diálogos llenos de expresiones autóctonas y que narra sucesos traumáticos, hay en la novela lugar para la esperanza. A la vez que Trinidad, me sentí emocionada al escuchar a su padre entonando el mítico “Stayin' alive” dedicada, esta vez, a una mujer que tiene como misión, justamente, mantenerse con vida.
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