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Crítica de Ferrer


Ferrer
08 June 2019
Lima del caos, Perú del arrebato nocturno, Lima de la violencia, Perú de los perdedores, Lima del machismo, Perú de la supervivencia. Daniel Ríos, padre cantante aficionado. Trinidad Ríos, hija, madre fallecida. 30 años de silencio y distancia. Una enfermedad. Una cura. Un encuentro.
El escritor limeño Gustavo Rodríguez (n. 1968) publica su séptima novela, Madrugada, en el sello editorial Alfaguara, una “tragicomedia feroz” en la jungla urbana limeña, una entretenida novela coral donde la galería de personajes toma la voz narradora sin evaluaciones morales, aunque hay dos personajes con más peso que el resto, Trinidad Ríos y su padre Daniel. La luchadora Trinidad, una superviviente en una sociedad agresiva y deshumanizada, necesita encontrar a su padre y llevar a cabo un trasplante, que le salve de su contaminación por mercurio, quiere dejar de ser desgraciada, dejar atrás el sufrimiento cotidiano, la soledad y el abuso y no respirar más la viciada atmósfera del prejuicio. Rodríguez plantea la incógnita del reencuentro entre hija y padre al inicio para dejar al lector en vilo y poder desarrollar los caracteres de los personajes sin que decaiga la lectura.
Una de las características de la novela es el humor, que sostiene la dureza de algunas situaciones y las hace más llevaderas para el lector, porque estamos en una Lima efervescente, injusta y rencorosa, donde la crueldad campa a sus anchas y solo el humor lo neutraliza. Rodríguez alarga el nudo del argumento, porque sobre la donación del órgano sanador se ciernen dudas y así consigue interesar al lector con una historia cruda, que se digiere con las citadas dosis de humor y una estructura acertada. El autor de la furia de Aquiles (Alfaguara, 2001) y La risa de tu madre (Alfaguara, 2003) demuestra un dominio de la adjetivación y de los diálogos ágiles, sigue los patrones del best seller y utiliza la prolepsis cuando la tensión narrativa decrece. Según Jorge Luis Borges, “plena eficacia y plena invisibilidad serían las dos perfecciones de cualquier estilo” y Rodríguez lo logra. El narrador limeño, que domina el tornasolado mundo de las creaciones novelescas, alambica y depura el material del flujo vivo de la amarga realidad peruana y lo convierte en esta narración, que se lee con gusto, aunque no vaya a dejar huella en el interior del lector.
Conrad, en el prólogo a El negro del Narcissus, sostiene que “la tarea que intento llevar a cabo mediante el poder de la palabra escrita es haceros oír, haceros sentir, haceros, sobre todo, ver” y vemos, oímos y sentimos por medio de Daniel y Trinidad fundamentalmente. Hay un contraste entre la familia acomodada Ríos y la vida de Trinidad, quien debe pelear a diario para sacar adelante su humilde negocio y no verse devorada por la jauría crematística de la urbe peruana. Daniel es un hombre de vida amorosa disoluta y desperdigada, aunque esté unido a Zoila, todo lo contrario que Trinidad. Es el envés y el haz de una realidad ficcionalizada.
Daniel Ríos, el cantante Danny de los Ríos es un personaje entrañable, que busca alcanzar la gloria en un programa de imitadores, pero el futuro le depara una sorpresa. Todo lo que nos rodea se llena de sentido solo cuando proyectamos en ello nuestras ilusiones, pero también nuestras incertidumbres y eso le pasa a Daniel. La próxima vez que usted visite Perú quizá se cruce en la calle con Trinidad Ríos.
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