Escrito a lo largo de un amplio período de tiempo –entre 2005 y 2020–, ajeno pues a las prisas y a la inmediatez, impelido por la necesidad de echar la vista atrás con serenidad y profundidad, Queridos camaradas consta de cuatro bloques –Infancia, Adolescencia, Juventud, Ma-durez y Vejez– pero lo que lo hace tan especial es que su autor conserva en todo momento la mirada de asombro, la ternura y la inocencia del niño. Preservando los valores puros de la infancia, aquellos condenados a diluirse en la acritud y el descreimiento que trae el paso de los años, Reverte mantiene una larga conversación consigo mismo en las que su yo anciano revisa su vida con la frescura, los intereses y los códigos del chaval que un día fue. A diferencia de tantos otros textos memorialísticos que recapitulan desde la mirada adulta o incluso senil, el escritor lo aborda a la inversa: es el niño quien examina las acciones y elecciones del adulto. Si la vida no es ilusión, ganas de aventura, sed de conocimiento, fidelidad a los amigos, lealtad a unos principios, risas... todos esos vectores que nos impulsan en nuestros primeros pasos por este mundo, ¿qué sentido tiene nada? Con su estilo tan meticuloso como cercano, su alergia a cualquier muestra de solemnidad y esa ironía tan sutil que lo caracterizaba, Reverte consigue que su apasionante biografía trascienda lo meramente personal para radiografiar a todo un país, desde la posguerra hasta la pandemia, con frecuencia rescatando del olvido a figuras claves de nuestra historia política, social y cultural.
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