Queridos camaradas: Una vida de Javier Reverte
El periodismo al que yo asomaba venía precedido de una extensa fama de truhanería. Las redacciones rebosaban de bribones que servían con sus crónicas a ministros, financieros, toreros, pintores y actores. Muchos tenían tres o cuatro empleos para poder ganarse la vida, pues un solo salario no daba para casi nada. Era, en suma, un oficio que, en el mejor de los casos, se consideraba socialmente como empleo de pícaros y ganapanes.
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