Una vez te has hecho notar, si te paras mucho rato estás muerto, solía decir su instructor rumano en Tirgo Mures. Así que recuerda el viejo principio: mira, pica y vete. Ya sabes. El código del escorpión.
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Una vez te has hecho notar, si te paras mucho rato estás muerto, solía decir su instructor rumano en Tirgo Mures. Así que recuerda el viejo principio: mira, pica y vete. Ya sabes. El código del escorpión.
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"...y lanzó un tajo rápido de derecha a izquierda en la garganta. En el rostro en sombra apareció un breve destello claro —los dientes de una boca abierta por el estupor—, e inmediatamente, una exclamación de sorpresa que se quebró a la mitad en un gorgoteo agónico, como si el aire de los pulmones del hombre herido escapase entre un velo fluido y líquido por su tráquea abierta"
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En otras guerras se mata, desde luego; pero en ésta se asesina. Lo hacemos tanto los de un lado como los del otro, y el verdugo puede convertirse en víctima en un abrir y cerrar de ojos. O a la inversa. Por eso resulta una guerra tan adecuada para nosotros los españoles, y en especial para ti. Es perfecta para criminales sin conciencia, sin decencia y sin gloria.
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Para Falcó, peligro era una palabra con interesantes sinónimos. Nada lo estimulaba tanto como sentirse inmerso en él, utilizando para sobrevivir las mejores facultades propias: carácter, instinto y adiestramiento. Nada tan satisfactorio, tan incitante, como que lo quisieran matar y no pudieran.
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Estaba furioso consigo mismo. Nunca seas tan estúpido en el campo de operaciones, pensaba. No como esta noche, o no de este modo. Porque los descuidos matan y los descuidados mueren.
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Y con aquel episodio aprendió una lección que iba a serle útil durante el resto de su vida: en la duda, madrugarle al otro. Mejor era un por si acaso que un quién lo hubiera pensado.
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Siempre son más transparentes los héroes que los canallas. Los he visto pasar muchas veces camino del olvido o del cementerio, sin dejar atrás más que un redoble de tambores que sólo escuchan ellos.
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Nunca lo habían engañado antes, recordó absorto. Nunca una mujer, y nunca de esa manera. Eva Neretva, alias Eva Rengel, alias sabía Dios qué. Se había revelado maestra indiscutible en el juego turbio, arriesgado, que jugaban ambos. Con su frialdad tan soviética. Casi inhumana.
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—Es que ésos fusilan sin método, Almirante. Al buen tuntún. No como nosotros, que ponemos sacerdotes para salvar las almas.
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—Tiene virtudes que lo compensan. —Tranquilíceme. Dígame alguna. El Almirante lo pensó un segundo. —El encanto es su segunda naturaleza. —¿Y la primera? —Es leal. —¿A quién? —A él mismo. Y a mí. —¿Por ese orden? —Por ése... Pero hay espacio suficiente para ambas lealtades. |
¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?