Hasta que no tomen conciencia no se rebelarán y sin rebelarse no podrán tomar conciencia
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Hasta que no tomen conciencia no se rebelarán y sin rebelarse no podrán tomar conciencia
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Y en realidad las gentes que vivían bajo ese mismo cielo eran muy parecidas en todas partes, centenares o millares de millones de personas como aquélla, personas que ignoraban mutuamente sus existencias, separadas por muros de odio y mentiras, y sin embargo casi exactamente iguales...
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La Historia se ha parado en seco. No existe más que un interminable presente en el cual el Partido lleva siempre razón.
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La rebelión se limitaba a un cruce de miradas, una inflexión de la voz o, como mucho, una palabra susurrada ocasionalmente. En cambio los proles, si pudieran ser conscientes de su fuerza, no tendrían necesidad de conspirar. Bastaría con que se encabritaran como un caballo que se sacude las moscas. Si quisieran, podrían volar el Partido en pedazos a la mañana siguiente. Tarde o temprano tenía que ocurrírseles. Y sin embargo…
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La elección de la humanidad se encuentra entre la libertad y la felicidad, y para la gran masa de la humanidad, la felicidad es mejor.
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Si quieres mantener un secreto, debes ocultártelo también a ti mismo.
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Quizás un loco era sólo una «minoría de uno».
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Todo se desvanecía en la niebla. El pasado estaba borrado. Se había olvidado el acto mismo de borrar, y la mentira se convertía en verdad.
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Formar parte de la minoría, aunque fuese una minoría de uno solo, no te convertía en loco. Había la verdad y la mentira, y aferrarse a la verdad, aunque fuese en contra del mundo entero, no era sinónimo de locura.
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El acto esencial de la guerra es la destrucción, no necesariamente de vidas humanas, sino de los productos del trabajo de la gente. La guerra es un modo de hacer pedazos, lanzar a la estratosfera o hundir en las profundidades del mar materiales que podrían utilizarse para mejorar la vida de las masas y por tanto, a largo plazo, volverlas más inteligentes.
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