Le fiaría su vida si fuera preciso, aunque espera que no lo sea: a Elena no le gusta dejar nada importante en manos de nadie que no sea ella misma.
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Le fiaría su vida si fuera preciso, aunque espera que no lo sea: a Elena no le gusta dejar nada importante en manos de nadie que no sea ella misma.
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Todos nos ponemos máscaras, inventamos personajes con los que protegernos.
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La muerte de un ser es el alimento de otro.
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Sentada en la terraza del bar en el que desayuna a diario, Elena Blanco mira a los paseantes ociosos y se pregunta por qué la vida es tan extraña. Hay momentos de quietud y de belleza que parecen insinuar algo, que la felicidad está al alcance de la mano y que solo hay que abrir el corazón y vaciar la mente para recibirla sin reservas. Ella sabe que no es así.
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Uno se pasa la vida despidiéndose, haciendo el luto de una época, de una persona, de una afición que ya no queremos seguir cultivando.
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(...) no está dispuesta a vivir con miedo, como siempre ha querido su madre. No va a hacer caso a sus decenas de instrucciones y consejos, no le va a pasar nada, su familia ya ha agotado las dosis de mala suerte para varios siglos. Lo oyó decir en una película: nunca caen dos bombas en el mismo sitio, no hay lugar más seguro que el cráter de un obús.
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Te odio tantas veces como tantas otras veces te amo, y por eso eres tú tan grande, grande, grande para mí, tan grande como es mi amor.
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Lo efímeros que son los momentos de placer en esta vida.
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No es sencillo educar a una hija cuando estás convencido de que ella debe ser libre, tomar sus propias decisiones y cometer sus propios errores.
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Quisiera que fuera amor, aquel amor verdadero, lo que siento y lo que me hace pensar en ti. Quisiera poderte decir que te amo hasta morir porque es lo que deseas de mí. |
10 negritos