Me gusta pensar en la existencia como en una gran carretera de circunvalación con señales que indican el destino de cada uno. Algunos nos pasamos la vida dando vueltas sin saber cuál es nuestra salida.
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Me gusta pensar en la existencia como en una gran carretera de circunvalación con señales que indican el destino de cada uno. Algunos nos pasamos la vida dando vueltas sin saber cuál es nuestra salida.
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Y mientras lo hacía le pareció que la habitación se iluminaba, como se iluminan las páginas de un libro en el momento en el que alguien lo abre para entrar en él. Así entró en Amelia, igual que el que entra en una novela.
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Bueno, quizá no sea una cuestión de gusto o de disgusto. A lo mejor la lectura no se puede reducir al gusto. Tampoco la vida.
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Aun así, el corte dejó en mí una herida que, sin resultar profunda, jamás cicatrizó y que e traduce en un malestar continuo, aunque menor, supongo, que el que provoca el amor a los hijos cuando eres consciente de que cada uno de los latidos de su corazón es un suceso inexplicable; cada respiración, un acontecimiento único; cada parpadeo, un milagro.
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¿Para qué viajan Fray Guillermo y Adso a la abadía benedictina?