Pues que antes de venir al mundo lo sabíamos todo, pero que al encarnarnos lo olvidamos, cuando creemos que estamos aprendiendo algo, en realidad lo estamos recordando.
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Pues que antes de venir al mundo lo sabíamos todo, pero que al encarnarnos lo olvidamos, cuando creemos que estamos aprendiendo algo, en realidad lo estamos recordando.
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Por aquí, pensó Carlos, por donde yo me muevo ahora, se movió también mi padre. Mi padre, como yo ahora, fue un fantasma en el interior de esta historia.
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Le pareció que la habitación se iluminaba, como se iluminan las páginas de un libro en el momento en el que alguien lo abre para entrar en él.
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Tomó el metro sin ninguna intención consciente, solo porque le salió una boca al paso y le pareció bien llevar a la literalidad el deseo simbólico de que se lo tragara la tierra.
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Cómo averiguar, se dijo, si he abandonado la realidad para entrar en un cuento o he abandonado un cuento para entrar en la realidad.
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¿Presumes a estas alturas de conocer la diferencia entre el cuento y la vida?
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Tal vez las cosas no eran lo que eran, aunque hubiera que vivir como si lo fueran para no estar en guerra constate con el mundo.
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- ¿Sabes al menos por qué me abandonaste a mí? - Porque me daba miedo amarte. |
Las casualidades forman a veces tejidos sospechosamente perfectos.
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Como la habitación apenas tenía cambios, Carlos supuso que los cambios se habían producido en él, e imaginó la vida como una sucesión de destierros de uno mismo: el bebé es abandonado por el niño; el niño, por el adolescente; el adolescente, por el joven, y así de forma sucesiva hasta que el viejo es abandonado por el muerto
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Gregorio Samsa es un ...