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Críticas sobre Los desposeídos (16)
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Ramirenko
 12 January 2024
Magnífica novela de ciencia ficción en la que además cabe la reflexión política y filosófica, especialmente pertinente en esta época en la que el turbocapitalismo está acabando con el planeta. Anarquismo, cooperación y adaptación del ser humano a los recursos son algunas de las ideas que Ursula K. le Guin ya nos anticipaba aquí a principios de los años 70 y que hoy están de obligada actualidad.Lo que más me ha gustado es que, a pesar de ser ciencia ficción utópica, la autora no idealiza del todo la organización anarresti, sino que esboza una decadencia inherente a toda civilización.La prosa es sencilla y sosegada, muy elegante. Un libro de los que cuesta dejar de leer a pesar de que su argumento no es precisamente trepidante. El interés subyace en cada detalle.A leerlo todo el mundo.
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MaiteMateos
 15 May 2023
Construida en el contexto de la guerra fría, esta novela, publicada en 1974 y ganadora de numeroso premios, forma parte del ciclo del Ekumen, un universo ficticio que la autora norteamericana, Ursula K. le Guin, creó para reflexionar acerca de la naturaleza humana.
Los desposeídos” cuenta la historia de dos planetas enfrentados, Anarres y Urras. Anarres es un planeta de anarquistas y Urras un planeta de explotadores, altamente industrializado y muy patriarcal. «Los desposeídos» es una utopía enfrentada a una distopía, dos mundos separados por un muro simbólico, recurso muy recurrente a lo largo de la trama, donde no todo es tan utópico ni distópico como parece. de hecho, las primeras ediciones de la novela contaban con un subtítulo muy explícito “Una utopía ambigua”, porque la anarquía de Anarres no es una anarquía perfecta, ni mucho menos.
Todo parte de la decisión de Shevek, el personaje principal, un científico destacado de Anarres, de cruzar el muro, un muro físicamente insignificante, pero ideológicamente potente, símbolo de la incomunicación entre los dos mundos. Es a través de los ojos de Shevek como descubrimos ambos mundos. Shevek se lo cuestiona absolutamente todo y confía en la idea de que la comunicación puede ser la fuerza redentora que salve a los individuos y a la sociedad.
La trama avanza en dos tiempos y dos lugares geográficos diferentes, lo que la convierte para algunos en una novela densa y difícil, de base ficcional pobre y mal construida, donde la crítica ideológica y social pesa mucho más que la acción. Para otros, en cambio, posee una estructura muy brillante y efectiva.
Hay quien la encuentra ya desfasada en el tiempo, al confundir el anarquismo del que habla la autora con el comunismo. Pero nada más lejos de la realidad. “Los desposeídos” habla de anarquismo, no de comunismo.
Lo que está claro es que “Los desposeídos” es una novela de ideas, polémica, provocadora, que plantea cuestiones vitales, existenciales, que se pregunta por el deseo de poder, por la idea de propiedad, por el impulso de la solidaridad, por la presión social que ejerce la opinión pública, fuerza muy poderosa que coarta la libertad y promueve el odio a la diferencia, anulando la creatividad, la iniciativa, capaz de conducir a una sociedad al colapso. Es una novela que se aleja de toda idea maniqueísta, que posee múltiples lecturas, pasando por la política, la sociológica, la psicológica.
Los desposeídos” es una llamada a la autocrítica, al inconformismo. Es una novela envuelta en una hermosa prosa poética, fascinante, maravillosa, inteligente. Toda una joya de la ciencia ficción y de la literatura universal.

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Guille63
 28 April 2023
Empezaré con una frase similar a la que encabeza mi comentario a «El extranjero», de Camus, “complacido en lo literario, enfrentado en lo filosófico”.

La novela me ha parecido notable, sugerente, polémica, repleta de ideas que, acertadas o no, son siempre interesantes. El subtítulo no puede ser más apropiado: “Una utopía ambigua” (aunque la autora renegó de él en ediciones posteriores). Ambigua, entiendo yo, en un doble sentido: si concebimos la utopía como una sociedad perfecta, ninguna de las sociedades representadas en la novela lo son; y si entendemos utopía como un anhelo irrealizable, no queda claro si la sociedad anarquista descrita es para la autora, a pesar de todos los peros, posible y deseable.

Lo cierto es que le Guin establece de inicio un contexto un tanto especial para desarrollar su tesis: una sociedad que habita un planeta, Anarres, donde años atrás llegaron los primeros colonos que, por revolucionarios, fueron expulsados de Urras, planeta gemelo de Anarres similar a nuestra Tierra de hace unos años, en el que conviven distintas culturas y distintos países polarizados en torno a dos de ellos, uno capitalista y otro comunista; todos los anarrestis de la actualidad proceden de esos primeros colonos y han sido educados bajo los principios anarquistas que en su día promulgara Odo, la líder teórica de aquella revolución. No existen países en Anarres, todos los habitantes forman parte de la misma colectividad. El planeta es inhóspito y sus recursos escasos.

“No tenemos leyes excepto el principio único de la ayuda mutua. No tenemos gobierno excepto el principio único de la libre asociación. No tenemos naciones, ni presidentes, ni ministros, ni jefes, ni generales, ni patronos, ni banqueros, ni propietarios, ni salarios, ni caridad, ni policía, ni soldados, ni guerras. Tampoco tenemos otras cosas. No poseemos, compartimos. No somos prósperos. Ninguno de nosotros es rico. Ninguno de nosotros es poderoso.”

En definitiva, le Guin parte de una “cárcel” aislada y prácticamente autárquica donde los presos, descendientes de un grupo “selecto” de personas que compartían un mismo credo político, se autogestionan en una economía de subsistencia sin necesidad de guardias, una cárcel en la que nadie nuevo entra ni de la que nadie puede, ni parece querer, salir. Un contexto no muy realista en el que, por ejemplo, se elimina cualquier posibilidad de enemigos territoriales y, por tanto, la necesidad de un ejército.

“…ninguna sociedad puede modificar la naturaleza de la existencia.”

Esta frase, dicha por el protagonista de la novela, Shevek, un científico anarresti cuyo desarrollo vital nos va descubriendo poco a poco los problemas a los que se enfrenta su sociedad, centra el tema que está en la base de la novela, ¿cuál es la naturaleza de la existencia?, ¿cómo somos, como podemos ser, los seres humanos? ¿cómo podemos llegar a organizarnos?

Pues bien, la naturaleza de los anarrestis también presenta unas excepcionales características.

En principio, los intereses individuales parecen coincidir siempre con el interés colectivo. Las condiciones de vida en Anarres son muy duras, apenas hay vegetación, prácticamente no hay animales, es árido, con temperaturas rigurosas, su único recurso son los minerales, producto con el que comercian con los urrastis. Estas condiciones obligan a la colaboración permanente entre los anarrestis para poder subsistir, a que todos tengan que hacer de todo, cualquier trabajo, por penoso que sea, cosa que además hacen con satisfacción: lo que se pierde en eficacia se gana en justicia. Todo el mundo mantiene un trabajo principal que le gusta, de hecho, en su idioma, trabajo y juego se nombran con la misma palabra. Los trabajos desagradables son faenas.

“A la gente le gusta hacer cosas. le gusta hacerlas bien. La gente hace los trabajos peligrosos, difíciles. Y se siente orgullosa… En última instancia, el trabajo se hace por el trabajo mismo… Y también la conciencia social, la opinión del prójimo. No hay ninguna otra recompensa.”

¿Y qué pasa con el que no quiere hacer esos trabajos?

“Bueno, se va a otra parte. Los otros se cansan de él, sabe. Se burlan de él, o lo tratan con rudeza, lo hostigan; en una comunidad pequeña llegan a quitarlo de la lista de comensales, y entonces tiene que cocinar y comer a solas, y se siente humillado. Entonces se muda a otro sitio, y allí se queda por algún tiempo, y tal vez vuelve a mudarse. Algunos lo hacen durante toda la vida. Nuchnibi, se les llama.”

Este es el castigo en Anarres, un lugar donde no hay cárceles ni instituciones psiquiátricas, hay unos hospicios donde los “criminales y desertores crónicos” o con problemas mentales ingresan, en teoría, VOLUNTARIAMENTE. Los anarrestis parecen tener una especie de intolerancia biológica a las medidas coercitivas.

Otro aspecto muy peculiar de estos anarrestis es que no tienen ningún sentimiento posesivo, ni por objetos ni por personas. Está muy mal visto que los padres no dejen a sus hijos al cuidado de las instituciones a una corta edad, como también están mal vistas las relaciones monógamas prolongadas, de hecho, los anarrestis no tienen apegos familiares (”Entre nosotros no cuentan mucho los parentescos; todos somos parientes”). Tampoco sienten la necesidad de conservar amistades duraderas (“el anarresti tendía a buscar amigos en el lugar donde residía, no en el que había residido”), lo cual es muy útil, dado que en todo momento se podía exigir la colaboración de la persona en cualquier lugar que fuera necesario y durante el tiempo que se precisara, años incluso.

“… los seres humanos gustan del desafío, buscan la libertad en la adversidad... Todos disfrutaban del trabajo por duro que fuese, predispuestos a dejar de lado cualquier preocupación tan pronto como hacían lo que podía hacerse... Entusiasmaba descubrir que al fin y al cabo el vínculo era más fuerte que todo cuanto lo ponía a prueba.”

Otro aspecto muy importante es que en Anarres no hay gobierno, aunque en realidad existe una institución que se le parece mucho, la red administrativa y organizadora llamada CPD, Coordinadora de Producción y Distribución, un sistema que abarca todos los sindicatos, federaciones e individuos que llevan a cabo el trabajo productivo. Lo que en ningún momento queda claro es cómo se toman aquí las miles de decisiones necesarias en el día a día. Hay asambleas en las que se discuten cosas y, aunque no se vota, parecen llegar siempre a un acuerdo sobre las órdenes que no se sabe muy bien quién las ha tomado.

“…no puede haber un sistema nervioso sin por lo menos un ganglio, y preferentemente un cerebro. Tenía que haber un centro… Y desde el comienzo los colonos comprendieron que aquella centralización inevitable era una permanente amenaza, que necesitaba de una permanente vigilancia.”

Esta CPD constituye un grave problema, de lo que le Guin es plenamente consciente. Como bien dice uno de los personajes “el deseo de poder es tan fundamental en el ser humano como el impulso a ayudarnos mutuamente”, y siempre habrá alguien que quiera ejercer ese poder en su propio beneficio, y otros que se frustren por no tenerlo o por tener que obedecer a “mentes estúpidas” en las que prima “la envidia, la ambición de poder, el miedo al cambio”.

“Hemos permitido que la cooperación se transforme en obediencia.”

¿Y por qué obedecen los Anarrestis? Por un sentimiento exacerbado de responsabilidad y por el control social que ejerce la opinión pública, otro gran problema identificado por la autora.

“¿Acaso nos retienen aquí por la fuerza? ¿Qué fuerza qué leyes, qué gobiernos, qué policía? Nada ni nadie. Sólo nuestro ser, nuestra naturaleza de odonianos.”

“La conciencia social, la opinión ajena, era la fuerza moral más poderosa en el comportamiento de casi todos los anarresti… Tememos la opinión del prójimo más de lo que respetamos nuestra propia libertad... Hemos creado leyes, leyes de comportamiento convencional, hemos levantado muros alrededor de nosotros, y no podemos verlos, pues son parte de nuestro pensamiento.”

Como resultado de todo ello, y son conclusiones a las que llega la propia autora, se promueve el odio al diferente y la frustración de este (“La frustración de la voluntad le había enseñado a ver la fuerza que había en ella. Ningún imperativo social o ético podía igualársele. Ni siguiera el hambre era capaz de contenerla”), desalentando o acabando con la libertad de invención, con la iniciativa, produciendo una sociedad anquilosada y, de hecho, echando a bajo los principios más importantes de la revolución.

“El deber del individuo es no aceptar ninguna norma, decidir su propia conducta, ser responsable. Sólo así la sociedad vivirá, y cambiará, y se adaptará, y sobrevivirá. No somos súbditos de un Estado fundado en la ley, somos miembros de una sociedad fundada en la revolución. La revolución nos obliga: es nuestra esperanza de cambio. «La revolución está en el espíritu del individuo, o en ninguna parte. Es para todos, o no es nada. Si tiene un fin, nunca tendrá principio». No podemos detenernos aquí. Hay que seguir adelante. Hay que correr riesgos.”

Aunque la sociedad anarquista y su contraste con la capitalista de Urras es el gran tema de la novela, al hilo de ello también toca otra serie de cuestiones que siguen siendo relevantes en la actualidad, como el efecto que en nuestro comportamiento tiene el lenguaje que utilizamos…

“Los niños pequeños podían decir «mi madre», pero pronto aprendían a decir «la madre». Nunca decían «mi mano me duele», sino «me duele la mano», y así sucesivamente; nadie decía en právico «esto es mío y aquello es tuyo»; decían «yo uso esto y tú usas aquello».”

… o la igualdad total de género o la libertad sexual…


En definitiva, un novela que les dará mucho que pensar sin dejar de entretenerles.
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Miterapiaalternativa
 05 February 2023
Hace mucho tiempo en el planeta Urras hubo una revolución anarquista cuya consecuencia fue el exilio a Anarres.

Así que estamos ante dos planetas con dos culturas completamente diferentes, cero contacto entre ellos y un sentimiento de desconfianza y rechazo hacia el otro planeta por considerarlo inferior.
Anarres es un planeta con muy pocos recursos naturales donde vive una población de anarquistas que trabajan juntos para sobrevivir.
Urras es un planeta con muchos recursos naturales donde predomina el capitalismo, el "propietariado".

Shevek es un científico de Anarres. Piensa que el odio, la desconfianza y las ideologías, que separan su propio planeta del resto del mundo civilizado, tienen que ser derribados, de ahí su proyecto, una forma de comunicación rápida entre cualquier punto del universo. Pero no recibe apoyos porque en su planeta los inventos sólo importan si les permitan sobrevivir. Así que Shevek viaja a Urras buscando apoyo para su investigación convirtiéndose en un traidor para los suyos.

Narrada en dos tiempos y en dos lugares opuestos nos va contando en capítulos alternos la vida en Anarres desde el nacimiento de Shevek y la vida en Urras desde su llegada. Esto es lo que más me ha gustado ver no sólo dos civilizaciones sino dos formas opuestas de ver el mundo y las relaciones humanas a través de Shevek, un personaje inteligente que analiza su alrededor y se cuestiona la realidad en el mundo al que llega y en su propio mundo.
Y a la vez que el va cuestionandose la posición de la mujer en la sociedad, la complejidad de las relaciones humanas o las ideas políticas de cada planeta nos hace reflexionar sobre estos temas.

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Lizvzcrz
 02 February 2023
Sheveck es un científico, un científico que ha migrado a otro planeta para empezar a dar clases y así poder seguir con sus investigaciones, pero se encuentra con un mundo muy diferente al que está acostumbrado y a perder su individualismo en medio de este viaje.
Una historia muy política, pues existe una fracción anarquista que está en contra de lo que se plantea mucha parte de la historia.
Un libro que me costó leer porque si quitaba un poco de atención me perdía completamente entre personajes y escenas, pero de igual forma es interesante como la autora crea su propio mundo
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miguaran
 02 October 2022
Así como en "El nombre del mundo es bosque" le Guin trató el tema del colonialismo, aquí se enfocó en la temática del capitalismo, el comunismo y el anarquismo. Shevek, un físico del planeta Anarres, viaja a Urras como parte de un esfuerzo diplomático. Anarres fue colonizado siglos atrás por disidentes de Urras, seguidores de una doctrina, creada por una filósofa llamada Odo, que en el libro es presentada como anarquista, aunque en mi opinión, corresponde al anarquismo generado por la etapa final teórica del comunismo. En Anarres no hay propiedad privada, ni ansia de lucro, el concepto de familia es muy difuso-los niños son criados en dormitorios comunitarios-, hay plena libertad sexual, no hay dictaduras ni guerras. En principio parece una sociedad utópica, pero a medida que avanza el libro notamos las grietas detrás de la fachada (este es un gran mérito de le Guin, porque los escritores de utopías a menudo presentan sus sociedades como infalibles, simplemente al ignorar dentro del relato las fallas que podrían adolescer): es una sociedad que ha abandonado en gran medida el progreso tecnológico, incapaz de afrontar grandes proyectos de infraestructura, que ahoga la iniciativa individual. Urras, por otra parte, es una sociedad netamente capitalista, con todas las virtudes y defectos que tanto conocemos del capitalismo: tiene un gran desarrollo tecnológico y bienestar material, pero también una gran brecha entre ricos y pobres. Los segundos son explotados sin piedad y usados como carne de cañón en guerras.
Le Guin no plantea que ninguna de las sociedades es superior a la otra: las muestra con sus virtudes y defectos. Más allá de que la sociedad de Anarres nunca podría funcionar a largo plazo (su economía es netamente extractiva: Urras respeta su aislamiento porque le proveen de minerales raros), cada individuo encontrará una sociedad más atractiva que la otra en función de sus valores: alguien que crea en el mérito y el esfuerzo preferiría Urras, mientras que una persona menos interesada en el progreso material probablemente elegiría Anarres.
El libro es literatura de ideas: no hay grandes aventuras o batallas. Las características de las respectivas sociedades se desprenden de diálogos y recuerdos de Shevek.
Me gustó en particular porque es el libro más extenso de le Guin que he leído hasta ahora.
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AydaN
 25 May 2022
Novela ganadora del triplete (Hugo, Nebula, Locus) que nos habla de dos planetas gemelos, Urras y Anarres, absolutamente opuestos. «El otro planeta resplandecía en lo alto, sereno y brillante, como un hermoso ejemplo de la improbabilidad de lo real.»

Mientras que en Urras impera la sociedad consumista-capitalista, en Anarres rige la utopía anarquista de los revolucionarios que en su momento abandonaron Urras para fundar su propia sociedad.

Con su habitual prosa maravillosamente lírica, rica y compleja, la autora nos va mostrando ambas sociedades como narradora equidistante, intercalando en largos capítulos la vida de Shevek en Anarres, desde su infancia, con su estancia en Urras, en el presente.

Se trata de un libro sin apenas acción, pausado, profundo y tremendamente reflexivo para meditar sobre ciencia, política, sociedad, ecología, la intencionalidad del lenguaje que utilizamos, el amor, la familia, en qué consiste la libertad y también sobre los muros. Los reales, pero también los figurados que levantamos para otros y para nosotros mismos en todos los aspectos de nuestras vidas.

Una joya de la ciencia ficción y de la literatura del s.XX.

«La revolución está en el espíritu del individuo, o en ninguna parte. Es para todos, o no es nada. Si tiene un fin, nunca tendrá principio.»
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cronicadelibros
 14 May 2022
Un claro ejemplo de lo que tendría que aportar la ciencia ficción, una ciencia ficción de carácter social, exploradora del futuro de la humanidad donde da posibles respuestas, en este caso a dos sociedades de una misma raza que se separaron en el futuro por ver el futuro diferente y todos los antagonismos que se crean con el devenir de los siglos por culpa de las posturas más integristas de cada sociedad.

De esas novelas que sirve en cualquier momento porqué es una historia que se repite cíclicamente en la historia de la humanidad y de cualquier sociedad humana.
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Descansante
 24 February 2022
Tenía unas grandes expectativas de este clásico —y de esta autora— que no han podido sino decepcionarme: no porque sea una mala novela, sino porque tenía un imaginario —concepto que atravesará toda mi crítica— diferente. Con un sorprendente parecido con Estrella Roja, de A. Bogdanov, pero sin haber podido influirse mutuamente (porque Estrella Roja no fue publicado al inglés hasta 1982, a pesar de estar publicado en 1908; mientras que Los desposeídos se publica en 1974), dice mucho del imaginario utópico de los clásicos políticos o politizados de la ciencia ficción. Los paralelismos van más allá de la estricta ciencia ficción (viajes espaciales, extraterrestres…) sino que afloran cuando la sociedad que se presenta como emancipada se presenta: no sólo los conocimientos de los autores (ambos científicos o con conocimientos científicos) o el viaje a conocer otra sociedad: los símiles que se encuentran entre Anarres y Marte tienen esa base del imaginario (histórico)-social [C. Castoriadis] sobre aquello que habitualmente llamamos utopía. La crianza colectiva, las viviendas y su estructura, el transporte, la división social del trabajo o el imperialismo interplanetario o espacial… Una retahíla de coincidencias que le dan la razón a Castoriadis y ese componente sobre la base material en que los imaginarios se construyen: la burguesía no construyó un mundo imaginándolo, sino transformándolo —y en la mayoría de los casos, ni tan siquiera es el mundo que fantaseaba esta personificación del capital que el burgués representa—.

Los desposeídos aborda, no obstante, las contradicciones que supone la creación de ese mundo nuevo que los odonianos llevaban en sus corazones: sin embargo esas contradicciones en la mayor parte de los casos carecen de sentido, pues Úrsula no ha tenido en cuenta cómo los cambios en los modos de producción implican cambios en las relaciones sociales: no sólo la anarquía anarriense tiene contradicciones que no se corresponden con su modo de producción, sino que crearon un lenguaje que no explicaba una realidad que conocían —y necesita explicitar cómo en ese lenguaje, el právico, no existen términos que llegaban a comprender los anarrienses, como si existiese la posibilidad de desligar el lenguaje a la realidad que les constriñe o estudian). Por ello, Los desposeídos no sólo aborda las contradicciones de Shevek o Anarres: también lo hace con las propias de le Guin.

Al abordar algunas de las cuestiones polémicas en la novela, podemos entrever las preocupaciones de la autora: la misoginia que puede desvelarse, no sólo en Shevek, sino en la sociedad odoniana; el culto a la personalidad (que en El día antes de la revolución la propia autora trata de desarticular), donde los odonianos son más odonianos que la propia Odo (rechazan la violencia en palabras de Odo, cuando esta reconoce orgullosa haberse enfrentado a la policía); la presencia de castigos —donde el aislamiento sigue presente— o cómo la moral erige y constituye, no sólo una ley, sino un fin en sí mismo (teniendo permanentemente estas palabras de D. Zolo y L. Ferrajoli «Desde este punto de vista una sociedad menos criminal es, paradójicamente, no una sociedad más moral, sino una sociedad liberada de las categorías de la ética cristiano-burguesa: es una sociedad sin moral, puesto que la instancia moral se habrá resuelto de forma materialista en la organización sinérgica de los intereses y de la libertad».).

Analizando la estructura de la novela, Los desposeídos tiene dos ritmos, dos tiempos, dos espacios: Anarres y Urras (que culminan en un decimotercer capítulo con la unión de esos eslabones). Su comienzo es caótico, plagado de apriorismos donde ubicarse cuesta un poco, aunque aparentemente es deliberado, porque la maraña de incógnitas se van respondiendo a lo largo de la novela. Aun habiendo sido tan crítico con la novela (por lo que la novela representa) la Shevek es un personaje al que se le acaba cogiendo cierto cariño: pasional, confuso y muy ‘humano', inteligente pero ingenuo; locuaz, aunque pueda mostrarse tímido… En tanto novela, se disfruta aun en sus tramos más lentos o técnicos.
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your_nose_in_a_book
 04 July 2021

CURIOSIDADES

Publicada en 1974, fue galardonada con los premios Nebula, Hugo, Locus, Júpiter y Prometheus.

Forma parte del ciclo Ekumen, universo ficticio creado por la autora en el cual se desarrollan muchas de sus otras novelas.

Los kibutz del desierto palestino (experimento social anarquista viable) podrían ser el equivalente a Anarres en la Tierra.

OPINION

Úrsula es ante todo una gran creadora de mundos, pero no de mundos dispares a nuestra civilización, sino mundos donde se ven reflejados en gran medida las virtudes y defectos de nuestra humanidad.

Ésta es una novela de ideas, no de acción, es una pieza que se cocina y se entiende a fuego lento. Nos presenta, de manera magistral y con una prosa casi poética, sólida y sensata, dos planetas gemelos con dos sistemas de gobierno contrapuestos. Por un lado Urras, capitalista hasta el extremo y egoísta, y por otro Anarres, experimento anarquista donde se han exiliado y aislado voluntariamente un grupo de personas que huye de los excesos y abusos de Urras.

Todo ello descrito desde el punto de vista de un protagonista brillante, donde se verá que ni todo lo bueno es bueno, ni todo lo malo es malo.

No os diré que este libro es una lectura fácil pues no lo es. Hay que dedicarle los cinco sentidos y ha habido párrafos que he tenido que releer varias veces. Aún así lo volvería a leer una y mil veces porque el aprendizaje en el camino merece la pena.

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Novela de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson, en 1975 se titula: "En algún lugar del _________"

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