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Crítica de Descansante


Descansante
24 February 2022
Tenía unas grandes expectativas de este clásico —y de esta autora— que no han podido sino decepcionarme: no porque sea una mala novela, sino porque tenía un imaginario —concepto que atravesará toda mi crítica— diferente. Con un sorprendente parecido con Estrella Roja, de A. Bogdanov, pero sin haber podido influirse mutuamente (porque Estrella Roja no fue publicado al inglés hasta 1982, a pesar de estar publicado en 1908; mientras que Los desposeídos se publica en 1974), dice mucho del imaginario utópico de los clásicos políticos o politizados de la ciencia ficción. Los paralelismos van más allá de la estricta ciencia ficción (viajes espaciales, extraterrestres…) sino que afloran cuando la sociedad que se presenta como emancipada se presenta: no sólo los conocimientos de los autores (ambos científicos o con conocimientos científicos) o el viaje a conocer otra sociedad: los símiles que se encuentran entre Anarres y Marte tienen esa base del imaginario (histórico)-social [C. Castoriadis] sobre aquello que habitualmente llamamos utopía. La crianza colectiva, las viviendas y su estructura, el transporte, la división social del trabajo o el imperialismo interplanetario o espacial… Una retahíla de coincidencias que le dan la razón a Castoriadis y ese componente sobre la base material en que los imaginarios se construyen: la burguesía no construyó un mundo imaginándolo, sino transformándolo —y en la mayoría de los casos, ni tan siquiera es el mundo que fantaseaba esta personificación del capital que el burgués representa—.

Los desposeídos aborda, no obstante, las contradicciones que supone la creación de ese mundo nuevo que los odonianos llevaban en sus corazones: sin embargo esas contradicciones en la mayor parte de los casos carecen de sentido, pues Úrsula no ha tenido en cuenta cómo los cambios en los modos de producción implican cambios en las relaciones sociales: no sólo la anarquía anarriense tiene contradicciones que no se corresponden con su modo de producción, sino que crearon un lenguaje que no explicaba una realidad que conocían —y necesita explicitar cómo en ese lenguaje, el právico, no existen términos que llegaban a comprender los anarrienses, como si existiese la posibilidad de desligar el lenguaje a la realidad que les constriñe o estudian). Por ello, Los desposeídos no sólo aborda las contradicciones de Shevek o Anarres: también lo hace con las propias de le Guin.

Al abordar algunas de las cuestiones polémicas en la novela, podemos entrever las preocupaciones de la autora: la misoginia que puede desvelarse, no sólo en Shevek, sino en la sociedad odoniana; el culto a la personalidad (que en El día antes de la revolución la propia autora trata de desarticular), donde los odonianos son más odonianos que la propia Odo (rechazan la violencia en palabras de Odo, cuando esta reconoce orgullosa haberse enfrentado a la policía); la presencia de castigos —donde el aislamiento sigue presente— o cómo la moral erige y constituye, no sólo una ley, sino un fin en sí mismo (teniendo permanentemente estas palabras de D. Zolo y L. Ferrajoli «Desde este punto de vista una sociedad menos criminal es, paradójicamente, no una sociedad más moral, sino una sociedad liberada de las categorías de la ética cristiano-burguesa: es una sociedad sin moral, puesto que la instancia moral se habrá resuelto de forma materialista en la organización sinérgica de los intereses y de la libertad».).

Analizando la estructura de la novela, Los desposeídos tiene dos ritmos, dos tiempos, dos espacios: Anarres y Urras (que culminan en un decimotercer capítulo con la unión de esos eslabones). Su comienzo es caótico, plagado de apriorismos donde ubicarse cuesta un poco, aunque aparentemente es deliberado, porque la maraña de incógnitas se van respondiendo a lo largo de la novela. Aun habiendo sido tan crítico con la novela (por lo que la novela representa) la Shevek es un personaje al que se le acaba cogiendo cierto cariño: pasional, confuso y muy ‘humano', inteligente pero ingenuo; locuaz, aunque pueda mostrarse tímido… En tanto novela, se disfruta aun en sus tramos más lentos o técnicos.
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