Coffey me miró con sus extraños ojos inyectados en sangre, ausentes, llorosos y sin embargo serenos, como si llorar constantemente no tuviera nada de malo
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Coffey me miró con sus extraños ojos inyectados en sangre, ausentes, llorosos y sin embargo serenos, como si llorar constantemente no tuviera nada de malo
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Que vamos a matar a un elegido de Dios […] ¿Qué podré decir en mi favor cuando me encuentre con el Creador y me pida explicación, qué le diré? ¿Que era mi trabajo, mi obligación?
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La gente siempre hace bromas acerca de las cosas que les asustan pero no pueden controlar
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A todos nos llega el final; sé que no hay excepciones. Sin embargo, Dios mío, a veces la milla verde parece tan larga...
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Mear al aire libre es uno de los placeres del campo que siempre olvidan mencionar los poetas.
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No pasará nada. No son asesinos, debió de pensar Percy. Pero luego, al recordar la Freidora, debió de saber que sí, que en cierto modo éramos asesinos. Yo solo había ejecutado a setenta y siete hombres; más de los que había inmovilizado con la camisa de fuerza, más de los que había matado el sargento York en la Segunda Guerra Mundial.
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–Te llamas John Coffey. –Sí, señor, suena parecido a café, pero no se escribe igual. |
En ocasiones no hay diferencia entre la salvación y el castigo eterno.
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Nos guste o no, el tiempo lo cura todo. El tiempo se lleva todo y al final solo queda oscuridad. A veces encontramos a otros en esa oscuridad y otras veces los perdemos en ella.
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Somos frágiles como el cristal, incluso en las mejores circunstancias.
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¿De qué nacionalidad es Stephen King?