Un cartel de turismo y un anuncio que marcaba el límite de velocidad en sesenta kilómetros por hora. Al salir del pueblo volvían a los ciento veinte y, tal vez, dedicaban un último pensamiento al lugar: Cielos, qué pueblecito tan muerto
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Un cartel de turismo y un anuncio que marcaba el límite de velocidad en sesenta kilómetros por hora. Al salir del pueblo volvían a los ciento veinte y, tal vez, dedicaban un último pensamiento al lugar: Cielos, qué pueblecito tan muerto
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Te alejas ahora de Jerusalem’s Lot, un pueblo agradable. ¡Vuelve pronto!
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Un cartel de turismo y un anuncio que marcaba el límite de velocidad en sesenta kilómetros por hora. Al salir del pueblo volvían a los ciento veinte y, tal vez, dedicaban un último pensamiento al lugar: Cielos, qué pueblecito tan muerto Te alejas ahora de Jerusalem's Lot, un pueblo agradable. ¡Vuelve pronto! |
Era un lugar enorme e incierto, que con los postigos cerrados se convertía en una figura desmesurada e inquietante; una especie de sarcófago monolítico, una evocación del desastre.
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... y la única cura es que al final las facultades imaginativas terminan por anquilosarse, y a eso se le llama ser adulto.
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“Apaga el televisor –de hecho, ¿por qué no apagas todas las luces salvo la que alumbra tu sillón favorito?- y hablemos de vampiros en la oscuridad. ...
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The scandal and violence connected with the house occurred before their births, but small towns have long memories and pass their horrors down ceremonially from generation to generation
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A las tres de la madrugada, la circulación de la sangre se enlentece y el sueño es pesado. El alma duerme, en feliz ignorancia de la hora, o bien mira en torno de ella con absoluta desesperación. No hay términos medios. A las tres de la mañana, a esa vieja puta que es el mundo se le han descascarado los colores alegres, y se ve que le falta la nariz y que tiene un ojo de cristal. La alegría se ahueca y se resquebraja, como en el castillo de Poe, cercado por la Muerte Roja. El horror se diluye en el aburrimiento, El amor es un sueño.
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La característica esencial de la niñez no es que sueño y realidad se mezclen sin esfuerzo, sino la alienación. No hay palabras para los oscuros efluvios y peripecias de esa edad. Los niños que saben lo admiten, y aceptan las consecuencias. Un chico que calcula los costes ya ha dejado de ser un niño.
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No hay terapia de grupo ni psiquiatría ni servicios sociales de la comunidad para el niño que debe hacer frente a eso que todas las noches está en el sótano o debajo de la cama, a eso que acecha, se mueve y amenaza detrás del punto donde la visión se acaba. Y noche tras noche hay que librar la misma batalla solitaria, y la única cura es que al final las facultades imaginativas terminan por anquilosarse, y a eso se le llama ser adulto.
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¿De qué nacionalidad es Stephen King?