El Instituto

Si algo es imposible, puede ser posible

Aquello se había convertido en una partida de ajedrez y, en el ajedrez, uno nunca vivía en el movimiento que se disponía a hacer, ni siquiera en el siguiente. Había que ir tres movimientos por delante, esa era la norma. Y prever tres alternativas para cada uno, en función de lo que hiciera el adversario.

Se dio cuenta de que no lo consideraba un niño en absoluto. En su mente había establecido una distinción drástica. Él era un objeto de estudio. Uno lo obligaba a hacer lo que quería y, si no obedecía, le administraba lo que los psicólogos llamaban «refuerzo negativo». ¿Y cuando terminaban las pruebas? Uno se iba a la sala de descanso a tomar un café y un brioche con pasas y hablaba de sus hijos (que eran niños de verdad).

Hay quien dice que las almas que se han ido no tienen interés en la esfera terrenal, no mas que el que nosotros tenemos en las hormigas en el hormiguero. Pero yo no estoy de acuerdo. Yo creo que sí prestan atención.

Cuando el tiempo entre la predicción, y el suceso pronosticado es mayor, la probabilidad de la predicción, empieza a decrecer

La gente cuerda no sacrifica niños en el altar de la probabilidad. Eso no es ciencia, es superstición